INTRODUCCIÓN
LA PREOCUPACIÓN NACE de la inquietud; esta misma, a su vez, tiene su origen en una humana motivación de perfeccionamiento. Es que los seres humanos no somos perfectos, pero sí somos “perfectibles”, de ahí nuestra inquietud para transitar los caminos que dictamine el afán de perfección.
Pero cuando hechos o cosas circunstanciales tienden a distanciarnos de ese ideal de perfección humano, o bien a trabar o demorar el paso que a él nos direcciona, la inquietud que mencionábamos en un principio de inmediato se transforma en reacción y la preocupación muta directamente a convicción.
No es para mí ningún placer asumirme, pues, un “reaccionario”. Esto habla, naturalmente, de que por lo pronto debo renunciar a mis inquietudes en pos de su restablecimiento, cuando estoy en una edad y dentro de un proceso social en que debiera enrolar mis fuerzas no para otra cosa que para el desarrollo personal y la performance profesional. En resumen, estoy perdiendo el tiempo que debiera abocarlo a mi perfeccionamiento.
Este blog, en un inicio, tuvo un propósito bien sencillo, bien casero: habría de servir para la publicación de los trabajos que eventualmente fueran a surgir en mi tercer año de Periodismo, todo lo cual – muy ingenuo yo – lo contabilizaba a escala industrial (sin mencionar que también era de mi interés publicar los trabajos de mis compañeros, en tanto tuviera su consentimiento). Pensaba que por ser éste el último año de estudio habríamos finalmente de ponernos a trabajar de verdad, es decir, a producir trabajos que, luego de sufrir el juicio correctivo del docente, ameritaran su inmediata publicación y difusión, y que por cierto me permitieran la temprana insinuación de mis facultades periodísticas no precisamente en el mismo claustro académico sino ya dentro del ámbito laboral-profesional rosarino.
Me di la cabeza contra la pared, terriblemente.
Siempre tuve la sospecha de que todo aquel que se alista para estudiar periodismo es porque cierto cáncer benigno permanece inoperable en el lugar donde debieran realizarse las facultades cerebrales de la creatividad, el amor y el idealismo. Por cierto que siempre me resistí a confirmar aquello de que quien estudia periodismo lo hace de “roñoso” nomás. Dicha inquietud devenida en reacción es, también, para evitar la confirmación de esta sospecha poco conveniente para mí y para mis “colegas”.
Para mí el periodismo no es protesta ni denuncia, solamente. Para mí el periodismo es PROPUESTA. Ergo, si un periodista tiene la facultad de criticar un hecho o una persona, debe inobjetablemente tener también el fundamento que remedie cuanto censura. Nada es tan inútil como aquel periodismo incapaz de ofrecer una idea superadora que entusiasme al público a sortear la indolencia que procede de una denuncia o protesta, de una denostación y hasta de una ridiculización. La gente no precisa tanto de denunciantes como de la moral que se necesita para sobrellevar las crisis actuales.
Entonces, visto y considerando que mi tercer año como estudiante de periodismo no satisfizo mis singulares expectativas, viéndome eventualmente convertido en un “reaccionario” ante esta situación, y fiel a mi convicción de que un periodista debe tener siempre una solución al problema que enfoca, he decidido disponer parte de mi tiempo (que no es mucho) para idear una suerte de diario en donde exclusivamente exponer lo que YO PROPONGO para arribar a una mejor calidad educativa y a una mayor excelencia académica.
“Cómo debiera enseñarse el Periodismo” es, entonces, un esfuerzo de mi parte para poblar el vacío educativo que deviene – a mí parecer – del actual modo de instruir al alumno en la materia. En este apartado no cuestionaremos tanto las maneras actuales de resarcirse el ciclo lectivo, sino más bien propondremos la forma en que debiera hacerlo. De cuanto proponemos podrá el lector, de ser de su interés, inferir el modo en que hoy se enseña a los alumnos a ser periodistas.
“Cómo debiera enseñarse el Periodismo” una vez por semana ofrecerá una propuesta distinta sobre un problema distinto; no sé si dicho apartado se completará rápidamente con quince o veinte artículos o si, para mi sorpresa, me pase todo el año encontrando singulares maneras para resarcirse mejor la enseñanza del periodismo. Por lo pronto, ofrezco una lista de los temas que primeramente serán abordados en “Periodismo para Periodistas”:
1 – ¿Dónde – precisamente – se aprende a ser periodista?
2 – El periodismo es un oficio, una profesión técnica
3 – El periodismo es más investigación que periodismo
4 - ¿Pueden los colegios prestigiar a los futuros periodistas?
5 - ¿Harvard en Argentina?
6 – La política y el periodismo
7 – Menos teoría, más pragmatismo
8 – ¿Por qué el periodista ES una voz autorizada?
9 – 1976 y el periodismo actual
10 – El esfuerzo sádico-depresivo de la actual literatura periodística
“Cómo debiera enseñarse el Periodismo” no guarda ninguna intención dañina, denostadora o simplemente protestataria, sino más bien todo lo contrario. Si bien es cierto que cada uno de las propuestas que conformarán este apartado enfundan un firme cuestionamiento al respecto del actual modo de enseñar, tengo el enorme agrado de decir que si alzo la voz en pos de un mejoramiento estructural del periodismo desde sus blandos cimientos, es justamente por la Fe que me inspiran las personas que completan el panorama educativo como así mismo el nivel intelectual, la preocupación social y la susceptibilidad de cambio que observo en los alumnos. Peor sería cruzarse de brazos ante la triste certeza de que este mundo no puede ser mejor.
Por último, “Cómo debería enseñarse el Periodismo” se presenta al visitante de forma abierta a las observaciones que naturalmente se suscitarán en la medida que se vaya completando el apartado, por lo que el lector podrá compartir sus inquietudes comentando las diversas publicaciones que sean de su interés. Entonces, a las personas que vayan a postular algún comentario les planteo el siguiente desafío: cada vez que tengan algo para cuestionar, tengan también algo para PROPONER. Cuanto más PROPUESTAS tengamos, más fuerza aportaremos para lograr un periodismo más serio y profesional como así también una sociedad verdaderamente abierta y democrática. De todas las maneras que existen para construir un mundo mejor, la más efectiva es – precisamente – deseándolo.
Mucho riesgo y mucho sacrificio hay detrás de “Cómo debería enseñarse el Periodismo”. Riesgo de padecer la incomprensión de la gente; riesgo de que todo este esfuerzo singular se ahogue cual grito en medio del desierto. Enorme sacrificio personal de mi parte, en tanto que para adecuarme a los mismos postulados que prontamente se expondrán, debí con ciego rigor someter a un exhaustivo ejercicio de autocensura cada uno de los artículos futuros; tal es así que todo cuanto está por decirse no representa ni la décima parte de lo que verdaderamente pienso o cuestiono (so riesgo de tornarme impreciso en algunas ocasiones). No quiero herir ni molestar a nadie, en absoluto; sólo pretendo sentar un testimonio o un precedente de que al menos alguien tuvo la voluntad de reaccionar ante la pereza actual con Fe en las personas y con genuino afán de CAMBIO y PROPUESTA.
Llegó la hora, entonces, de demostrarnos a nosotros mismos que merecemos una educación mejor; que aspiramos a una performance profesional de verdad; que anhelamos un periodismo audaz y dinámico; que tenemos el valor de detectar cuanto resabio gris nubla nuestra alma para convertirlo en sed de trabajo y perfección. Para que el futuro no nos encuentre lentos y deprimidos, para que la tristeza actual sea una pátina del pasado y no un sarro del presente… para que el PERIODISMO SEA MARAVILLOSO y nos tenga como responsables del mismo, es – pues – más que preciso avisar: el tren ya está en marcha. Agárrense.
Siguiente Artículo de CDEP (06/06/10): "Dónde - precisamente - se enseña el Periodismo".
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