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Las cosas rescatables de este gobierno

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Por supuesto que este gobierno tiene cosas rescatables.

Yo, por ejemplo, rescato lo minuciosamente eficaz que puede resultar una mentira repetida mil veces.

Rescato, además, que todo lo conscerniente a los DD.HH. no va más allá de un negocio infausto.Otra mentira ridícula...

Rescato, de paso, el nivel espectacular de resentimiento que existe entre los argentinos.

Rescato, también, que verdaderamente a los argentinos nos importan tres cominos el progreso y la justicia social.

Desde ya que rescato que lo ocurrido en los 70 no nos mueve ni un pelo... (si algo nos importara, investigaríamos un poco... así de simple. Me importa: investigo; no me importa: me quedo con lo que dicen. ¡Lo digo yo... que investigué y me cansé de investigar, y luego de cansado, seguí investigando y me volví a cansar! ¿Y por qué investigo? Porque me importa. Si no me importara, no investigaría [porque no me importa. ¿O alguien se imagina a una persona investigando sobre algo que no le importa?]).

Pero lo que más rescato de este gobierno... aquello que verdaderamente me lo guardo cual piedra preciosa... aquello que nadie pero nadie me lo va a quitar y que verdaderamente se lo agradezco de corazón a este gobierno maravilloso que tenemos... lo que más rescato, en fin, de este gobierno, es lo terriblemente ridículo, jactancioso y enfermizo que es el fanatismo. Escuchar a gente ignorante (esencialmente detestables, tanto física como moralmente) hablando cual genios consagrados de algo sobre lo que no tienen ni la más remota idea; escuchar, por otro lado, a personas de bien, respetables, confiables... pero lamentablemente abducidos por ese ovni de la imbecilidad en cuyo interior se adecua el más moderno y sorprendente centro médico de lobotomías...

El fanatismo, amigos... es lo que más rescato de este gobierno. Ahí lo tiene, al pueblo... cual secta sumisa y viscosa cuyos hombres horripilantes insisten con el cuento de una moral vomitiva y cuyas mujeres eminentemente prostituidas, pucho en la boca, puteada en mano, se suscriben como virginales maceraciones de pureza, catarro y pelo axilar.

El fanatismo, amigos... es lo que más rescato de este gobierno. El fanatismo. Ahí está su gente, enferma, tibia, egoísta, putrefacta. Cuestionando crímenes y negociados; excusando crímenes y negociados. Denunciando atropellos; perdonando atropellos. ¡Clamando memoria y justicia! ¡Olvidando el recuerdo y la justicia!

El fanatismo, amigos... es lo que más rescato de este gobierno.

Por supuesto que este gobierno tiene cosas rescatables. Muchas. Muchas.

Nosotros, ¿fabricamos... o ensamblamos?

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LA PRESIDENTE CRISTINA Fernández de Kirchner acaba de presentar “el primer (teléfono celular) BlackBerry fabricado en Argentina”. Lo realizó, en un acto en Florencio Varela, cual broche de oro de toda una densa lista de logros industriales y tecnológicos que indudablemente ubican a nuestro país a la vanguardia del mundo.
     Si bien me pone contento que Tierra del Fuego cada día se afiance más como un polo industrial, no puedo dejar de realizarme la siguiente pregunta: en Ushuaia, los mentados electrodomésticos, ¿se fabrican… o se ensamblan? Y otra pregunta: además de todas la marcas multinacionales que ensamblan sus productos en Argentina (Lenovo, Blackberry, Noblex), ¿cuántas existen que sean genuinamente capital argentino?
     El susodicho BlackBerry 8520, que la presidente exhibiera de modo triunfante, es – en rigor – un portentoso puñado de tecnología de punta, pero… ¿cuánto de aquella tecnología es creada en nuestro país? ¿Acaso el microprocesador del smartphone en cuestión se fabrica en Argentina? Y mi último interrogante (el más fino): ¿dónde están y quiénes son los destacados ingenieros argentinos creadores y responsables del sistema operativo de uno de los aparatos más vendidos del mundo? ¡Se merecen una buena mención!
     La verdad sea dicha: que yo trabaje de operario en una fábrica, eso no me convierte en fabricante. Por tanto, que en nuestro país se ensamble un televisor – verbigracia – no significa ciertamente que el mismo se fabrique en Argentina. Débase considerar un aspecto muy importante (más que importante, vital): la enorme, monstruosa y finísima infraestructura que se necesita en un país para que dentro del mismo sea posible FABRICAR un microprocesador, una memoria RAM, una pantalla táctil, un disco duro o, al menos, una cámara fotográfica. Ni hablar del tremendo marco estructural que posibilite la creación de un sistema operativo como el del mismo BlackBerry que presentó la presidente.
     Desde ya, estimado lector… peor es nada. Incluso confío (siempre estuve secretamente confiado, empero) que dichas “fabricaciones nacionales” al final nos ubiquen en el camino de la propia creación y fabricación de televisores, mp3s, notebooks, celulares. Pero bastará una somera analogía para ilustrar cuánto nos falta aún para arribar a un terreno industrial más estrictamente tecnológico y vanguardista: ensamblar un artefacto es unir convenientemente las partes que vienen fabricadas de China, Holanda, Alemania, EE.UU; fabricarlo es “crearlo”.
     Para una cosa no es necesaria mayor legislación que la de un presidente que, cual capataz de estancia, de su visto bueno al gentleman amigo para que traiga algo de trabajo a la gente porque si no se prende fuego el país, velando porque no venga otro a querer morden la torta. Para la otra cosa son imprescindibles la seguridad, la seguridad jurídica, la previsibilidad, las políticas de Estado y el progreso sostenido, alentando a que haya cada vez más competencia entre los inversores. Ensamblar es asociarse con amigos, no pensar más que en el día a día, preocuparnos poco y nada en el progreso individual de las personas; fabricar es amigarse con los socios, sentarse a discutir el mañana e invertir en la educación y el progreso social de cada uno de los trabajadores. Con lo primero, gana el empresario amigo; con lo segundo, gana el país.
     Para ensamblar una computadora se necesita mediana instrucción, paciencia, un manual en castellano, un jefe y ser buen empleado (es posible que quien arme, por ejemplo, una moderna Lenovo no sepa ni cómo se enciende); para fabricar, digamos, un microprocesador, se necesita haber ido a una universidad como la gente (sin paros, sin mamarrachería partidaria, con profesores competentes, etc.), más que paciencia hace falta perspicacia, hablar inglés a la perfección, ser buen jefe y tener empleados ingenieros. Ensamblar es hacer no sólo lo que otros ya hicieron, sino también lo que otros ya no quieren hacer; fabricar, amigos, es hacer aquello que los otros no pueden o no saben hacer.
     Por esto mismo es que nuestra señora presidente o bien no está al tanto de la diferencia entre ensamblar y fabricar o, más probable, infelizmente realice un uso político de su errónea manera de expresarse. Un gran número de sus seguidores aplaudirá con vehemencia el país que el kirchnerismo nos trajo: súper-intergaláctico-tecnologizadohastaelchipdelamédula – fabricante intermundial de celulares BlackBerris –. Mucha otra gente, entre los cuales me adscribo, seguirá soñando con una Argentina capaz de fabricar antes que ensamblar, que llene el mundo de patentes – como EE.UU, Japón e Israel – y, por último, que invierta en fábricas de ensamblaje en lugares donde todavía no haya educación, seguridad… ni tecnología.


En memoria del Capitán Miguel Ángel Paiva

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"Un día de Octubre de 1974, era asesinado el Cap. Miguel Ángel Paiva en plena Capital Federal por el ERP. Estaba esperando el colectivo, a la mañana temprano, cuando terroristas lo asesinaron sin mediar palabra. La causa judicial para esclarecer su asesinato fue reabierta por CELTYV y el juez de la causa se expidió para que la misma fuera cerrada, a pesar de que los diarios de la época sindican quiénes fueron los responsables".

De estas cosas no se habla en la escuela, extrañamente.

Cap. Miguel Ángel Paiva, nombre y apellido. Si esta historia fuera mentira o tuviera algo de mentira, Miguel Ángel Paiva hoy sería recordado como "desaparecido", y toda una legión de ignorantes clamarían por la "memoria" de alguien de quien no tienen ni la menor idea. Como esta historia es pura verdad, hoy nos solidarizamos educamente con su familia, que en vez de falsa memoria atesora los mejores recuerdos de un hombre brindado por completo a su PATRIA.

Dilma, Pepe... y los paparulos argentinos

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LOS DOCUMENTOS CAPTURADOS acusaron el falso nombre de ‘José Antonio Mones Morelli’. Tras tirotearse con las fuerzas, según consignara un diario del 1ero. de abril de 1970, resultó “herido de gravedad” el “reo” José ‘Pepe’ Mujica quien, como muchos otros subversivos de la época (Rodolfo Walsh, por caso), había optado por desfigurar la propia rúbrica en aras de sofisticar el trabajo en la clandestinidad. Hasta entonces, el accionar guerrillero del actual presidente uruguayo había sido prolífico, y mayormente empeñado en el robo de sumas importantes de dinero. Algunos por el estilo: el 10 de septiembre del 68 se hizo de 20 mil dólares tras asaltar el Banco de Londres; 24 mil dólares consiguió, por mismo medio, de la Sociedad de Bancos el 18 de octubre del mismo año; el 30 del inmediato diciembre sumó 48 mil dólares tras efectuar DOS acometidas en un día; 220 mil dólares habría de sustraer del Casino San Rafael ya en el año 69. Luego de sobrevivir a las balas y tras doce años de prisión consecutiva, el ex jerarca tupamaru diría que “aprendió que las hormigas gritan”, tras llevárselas al oído tanto por aburrimiento como por insania.
     El 18 de julio de 1969, en la casa de la amante del gobernador de Río de Janeiro, se produjo entonces “el mayor golpe de la historia” guerrillera de Brasil. Nueve facciosos de Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares redujeron a todo el mundo para finalmente llevarse la caja fuerte en apenas 28 minutos. La cabecilla de dicha operación criminal, de sólo 22 años, no habría de usar “nombre artístico” para tales ocasiones: Dilma Vana Russeff, la actual presidente del país más poderoso de América latina. Detenida en 1970, estuvo presa durante tres años, pero en vez (o además) de platicar con ratas e insectos, cuentan que gastaba su tiempo leyendo economía o literatura universal, entonando canciones populares y dedicándose a bordar. “El arte de aguantar la prisión es vivir en ella”, diría alguna vez la mujer que hoy tiene la responsabilidad de meter presos a los miles de criminales que ensucian la vidriera olímpica y mundialista de Brasil.
     Y las preguntas alteran el razonamiento… ¿Cómo se explica que esta gente – Russeff y Mujica –  haya llegado tan lejos? ¿Qué mensaje reciben las actuales generaciones? ¿A qué destinos están conminados Brasil y Uruguay? Y probablemente tendríamos respuestas si una muy ostensible contrariedad no dejara el mundo patas para arriba: las izquierdas oficialistas tanto de Brasil y Uruguay, cuyos máximos exponentes fueron criminales hechos y derechos, son las izquierdas oficialistas “más moderadas” del continente. La dictadura chavista en Venezuela, el ágape correísta en Ecuador, el cómic indigenista en Bolivia y la paparruchada kirchnerista en Argentina dan cuenta de que un militar (Chávez), un economista (Correa), un vernáculo (Evo) y una doctora (Christie) tienen menos cintura política y humanitaria que un par de asaltantes.
     Pepe Mujica, cuyas fotos lo muestran siempre con la mansedumbre resignada de un gato capón, revela la pauta de semejante metamorfosis: “Soy un tipo que se equivocó mucho, como toda mi generación”, confiesa a un entrevistador de Carta Maior. Lejos de explotar la imagen de un laureado Robin Hood, el presidente uruguayo suele dar de qué hablar por su sencillo y austero estilo de vida, su comprensión del mercado, su apañamiento a los empresarios (incluso argentinos) y sus pensamientos descontracturados: “Una de las características de la izquierda es su tendencia a atomizarse. Cada organización de izquierda suele creer que posee la verdad revelada y que tiene que luchar contra las otras organizaciones. ¡Y eso es visto como una cuestión de principios, capaz de hacer correr la sangre!”, ha dicho.
     Una pregunta: ¿alguna vez nuestra adorada Christie ha dicho algo más o menos así? ¿O es mentira que se las pasa “fogoneando” a los idiotas útiles que sueñan utopías virginales sobre nubes de SIDA y gonorrea? ¿O es mentira que distorsiona la historia al punto de convertirla en un cuento de Hadas donde los terroristas eran Madres Teresas y los militares en conjunto una máquina de picar carne?
     Ahora último, créanme... ¡casi me caigo de la silla! Acabo de leer que el izquierdista gobierno uruguayo, del ex jerarca tupamaru, acaba de pedir un préstamo por u$s460 M, nada menos, que al Fondo Monetario Internacional (FMI). Oh, pucha… ¡pero la reina Cristina nos dijo 460 millones de veces que el FMI era el diablo en persona cuya única misión en la vida consistía en poner a todos los argentinos en fila india y hacerlos correr, azote mediante, hasta que se nos revienten nuestros odiosos corazones! (¡Tanto así que fue mucho más conveniente desendeudarse y dejar de pagar al 3% y endeudarse con Venezuela y pagarle el 15!). El ex guerrillero Mujica, en cambio, parece haber encontrado una solución un poco más económica, aunque – y se lo reprocho – mucho menos retórica: “No tenemos que cambiar al FMI (ellos, generosamente, nos prestan); somos nosotros los que tenemos que cambiar”, dijo hace tiempo.
     En Brasil la presidente Dilma Russeff actúa con la severidad de una superiora de convento: a diario es noticia que – por orden suya – un ministro es bajado inapelablemente de sus funciones. Lo llamativo es que la mandataria carioca actúa a instancias de denuncias periodísticas sobre “someros” casos de corrupción, mientras que en Argentina toda vez que sendas investigaciones de la prensa dejan al desnudo las catastróficas irregularidades de la gestión kirchnerista, de inmediato sale Cristina a respaldar a sus cortesanos calumniados y a revelar la trama secreta de un diabólico complot internacional en contra de su bendito “modelo”.
     Mientras que la ex guerrillera Russeff ha minado de militares las fronteras nada menos que con el Mercosur para frenar el ingreso de droga, nuestros desdeñados soldados serían llamados para actuar únicamente en caso de “invasión” (pensarlo ya es ridículo), en tanto que la drogadicción en Argentina, por otro lado, no sólo que sigue en franco ascenso sino que además es respaldada por la perorata oficialista siempre complaciente con el mentado “consumo personal”, como si los candorosos faloperos argentinos consiguieran su querida falopa sin generarle rédito al narcotráfico internacional.

     ¿Cómo explicar, entonces, las relativamente ejemplares gestiones de dos ex guerrilleros en contraste con las virulentas izquierdas de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina? ¿No debiera ser al revés, considerando que de todos, sólo Russeff y Mujica empuñaron las armas en el pasado?
     ¡Pues no! ¡Todo se puede ver claramente! En rigor, tanto Mujica como Russeff fueron no sólo dos personas que participaron en la subversión de sus respectivas naciones, sino que además también fueron severamente castigados con la cárcel por lo mismo (sin pretender justificar con esto los abusos sufridos por la brasileña). En Argentina, por ejemplo, el horroroso gobierno de Cámpora no se conformó simplemente con dejar en libertad a los más de dos mil terroristas encarcelados, siendo que también de inmediato muchos de ellos fueron arbitrariamente promovidos en cargos públicos (por si fuera poco aboliendo la Cámara Federal Penal, el único organismo jurisprudencial con competencia para juzgar y condenar al terrorismo).
     Tanto en Brasil como en Uruguay (aunque mucho menos sanguinarios que en Argentina), los guerrilleros aceptaron y digirieron la inobjetable derrota en combate contra las fuerzas legales; en Argentina tal fue el grado de alevosía por parte de ERP y Montoneros que aún diezmados y vencidos no sólo que rechazaron arriar sus fétidas banderas, sino que – acto seguido – se pronunciaron por disimular todas sus barbaridades al punto, incluso, de negar que en los 70 existió una guerra que ellos mismos declararon en pleno gobierno democrático.
     Russeff y Mujica, aunque reprochablemente, abrazaron una causa, y, como es de observar, luego de cumplir con sus condenas, dentro del marco institucional-democrático de sus países, se dieron a la valiente tarea de “reencausar” sus inquietudes sociales. Los bribones argentinos las inquietudes que tienen y tuvieron no van más allá de explotar la ingenuidad de jóvenes con mitos y parodias, por lo que cae de maduro que jamás abrazaron una causa verdadera sino que vieron la oportunidad irresistible de “hacer un negocio” con el cuento de “transformar la estructura del poder” en nuestro país (Firmenich).
      Los presidentes Dilma y Pepe estuvieron en el frente, lucharon contra el Ejército, saben de qué se trata la cosa: matar o morir. Y, como tuvieron la inteligencia y el valor de rendirse, Dios les ofreció la posibilidad de seguir en carrera a pesar de sus desmanes. Los paparulos argentinos atacaban por la espalda o ponían una bomba y se largaban cobardemente a esconderse en las villas o en la selva (amigos, no me jodan… eso no es “luchar”); y los más paparulos rajaron como ratas por tirante ya sea tanto al exterior – en calidad de ‘víctimas exiliadas’ – o bien se camuflaron en la sociedad como civiles adquiriendo propiedades en el sur o, incluso (como es el caso de ex presidente Kirchner) oficiando como abogados de militares, a tal punto de que muchos actuales funcionarios tienen que convivir con la vergüenza inconmensurable de ser reconocidos – sea cierto o no – por “vender” a sus compañeros de combate (tales son los casos de Bielsa y Obeid). No lucharon, fueron simples rateros al servicio de Cuba y URSS; no lucharon, no tienen de qué rendirse.
     Ni la brasilera ni el uruguayo se arrepienten de haber participado en la subversión, pero jamás se oyó de ellos una sola palabra de reivindicación al respecto de los desmanes por los que pagaron con años de cárcel. Aprendieron que para cambiar al mundo primero uno mismo tiene que empezar por cambiar. Los paparulos argentinos no tienen mayor orgullosidad que la de haber sido “jóvenes idealistas” (criminales, asesinos, terroristas, vendedores) que escaparon de los militares en una alfombra voladora, y por lo tanto se las pasan reivindicando sus crímenes al extremo de victimizar a asesinos seriales de la talla, por caso, de Ernesto Guevara y de Roberto Santucho (quien tiene su “merecido” lugarcito en el Muro de la Memoria). El paparulaje argentino jamás quiso cambiar al mundo, al contrario, porque para el paparulo argentino la injusticia constituye el único terreno donde sus crímenes de lesa humanidad, como así mismo sus complicidades imperdonables, permanezcan completamente impunes.
     ¡Ya está! ¡No queda nada más por explicar! ¡Problema resuelto! Ahora entiendo que, más allá de todo lo que les podamos reprochar, tanto Dilma como Pepe ocupan muy merecidamente sus lugares, y sus países transigen con naturalidad por una vía de progreso institucional y democrático (la misma que sólo podemos envidiar por ahora). ¿Qué mensaje reciben las juventudes uruguayas y brasileras? Sencillamente, entienden que para llegar a presidentes de sus países no han de tener mucha suerte por el camino de la ilegalidad y la estupidez marxista, ¡sino todo lo contrario! Desde un lugar muy lejos de parecerse a un Kremlin, por caso, José Pepe Mujica ha dicho que “él se equivocó mucho” y que “no es tan necesario cambiar al Fondo como cambiar uno mismo”.
     Ojalá la juventud argentina tenga la picardía de oír ese mismo mensaje.


Notas relacionadas:

ARGENTINA, POTENCIA

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QUIERO HACER EXPLÍCITAS mis más enérgicas FELICITACIONES a la Industria Armamentística Nacional por el grado sorprendente y extraordinario de tecnología que ha logrado alcanzar en los últimos años. Como toda persona de buen sentido, estoy en completas condiciones de afirmar que Argentina, en lo que respecta a la industria militar, se subscribe como una de las naciones más envidiables de todo el mundo, por lo mismo cae de maduro el más que promisorio futuro de soberanía y operación que indefectiblemente nos espera. Somos, pues, la mayor potencia de América y la insustituible referencia para toda nación decente que añore tiempos de orden, paz y democracia.

Sin jactancia alguna puedo decir que muy detrás nuestro quedaron los principales países fabricantes de armamento:

- Estados Unidos deberá conformarse con sus rústicas Glocks;
- Italia, desde el tenebroso pasado nos apunta con sus arcaicas Pietro-Berettas;
- Rusia, no puede menos que avergonzarse de sus vetustas y obscenas Kalashnikov;
- Brasil, por su parte… deberá digerir el deshonor de haberse quedado estancado con Taurus;
- Israel, mejor que utilice sus gráciles Águilas del Desierto cual erinas de circuncisión.

¡Ríndanse! ¡Están acabados!


Nosotros, los argentinos, fabricamos armas que tienen la curiosa, inexplicable y magnífica capacidad de ir solitas (sin que nadie las contrabandee ilegalmente) al lugar donde hacen falta. Ecuador y Croacia pueden testimoniar irrefutablemente. Solitas fueron, nadie las envió… Todo el mundo absuelto. ¡Éstas sí que son armas inteligentes! ¡Viva la Patria!

La educación "camporizada"

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TODAVÍA TENGO BIEN presente los días en que como estudiante de periodismo observaba extrañado el empeño de mis profesores con el cual, afanosamente, hacían campaña a favor de Binner, es decir, para que éste obtuviera entonces la gobernación que hasta hoy ostenta. “No puede ser que toda la vida el peronismo gobierne la provincia”, decían. Mi sorpresa, sin embargo, no tendría límites toda vez que, de golpe y porrazo, prácticamente todo el mundillo docente se enroló tras las huestes del kirchnerismo, tornando en meros mítines políticos las clases que bien habrían servido para aleccionar al alumnado en materia de técnica periodística (cosa que brilla por su ausencia absoluta). [4]
     Hoy mismo apareció un profesor con la idea de hacernos ver un video “muy interesante” sobre un tema “de actualidad”. Ya son muchos los “videos de actualidad” que tuve que comerme en mis más de cuatro años de estudiante… y siempre es la misma historia de “jóvenes idealistas” que mientras que degustaban inocentemente sus coloridas chupaletas fueron atrozmente acribillados por un convoy de rancios militares que no toleraban que hubiera gente de pensamiento distinto. En esta ocasión – la más alevosa de todas – el tierno Robin Hood de la historia sería el ex Presidente Héctor José Cámpora.
     No es preciso ser brillante para darse cuenta que la intención subrepticia de interrumpir la clase para “encajarnos” un documental sobre la mediocre vida de Cámpora (del año 1999, producido por Página 12) no es otra que la de legitimar y publicitar al actual movimiento kirchnerista “La Cámpora”, que, como vemos, obtiene su nombre mediante una rara homosexualización del recuerdo del ex Presidente. Fuertemente favorecido por la billetera oficial (cuyo dinero, por supuesto, es el que produce el pago de nuestros impuestos), el movimiento “La Cámpora” no sólo se postula como una simple facción partidaria sino que, por colmo, es noticia que ha pasado a controlar nada más y nada menos que todo el espacio aéreo de Argentina [1]. ‘La Cámpora’ hizo ingresar ya a centenares de militantes en el negocio aéreo en todo el país, ante lo cual es dable preguntarse: ¿cuántos incapaces e inútiles están ocupando importantes puestos de trabajo en el Estado sólo por una decisión política y no por una cuestión de aptitudes y capacidades?”, señala en una de sus editoriales de La Prensa Popular Agustín Laje Arrigoni [2].
     El documental “Cámpora al Poder – 49 días de ilusión”, que es lo que me moviliza en esta oportunidad, ilustra inmejorablemente el esfuerzo oficial por observar la historia reciente con un solo ojo. Considero como a un “chantaje” por parte del establecimiento educativo hacia sus alumnos habernos hecho perder nuestro valioso tiempo para ver tamaña estupidez. El documental pretende una viscosa exaltación de una de las figuras más enaltecida y desenfadadamente mediocres de la historia argentina, como lo es la figura de Héctor Cámpora – un ser incapaz de hilar una frase inteligente, un ser visiblemente amputado de facultades cerebrales. Se llega, incluso, a victimizarlo en desmedro del mismo General Perón, a quien se le reprocha haberlo “ninguneado” en reiteradas ocasiones (quién no habría de ningunear a tamaño vestigio de vergüenza humana).
     De la misma manera que en vida fuera utilizado el Presidente Cámpora por organizaciones facciosas, evidentemente lo sigue siendo aún después de muerto, siempre que su recuerdo es usado para degenerar aún más esa lente enferma con que se mira al pasado, ahora - para colmo - para "camporizar" la educación . En el documental que nos “encajaron” en la clase de Periodismo se afirma - como cosa buena - que la primera medida de Cámpora fue liberar a los más de 2 mil “presos políticos” que habían sido capturados por la dictadura anterior; en ningún lado, sin embargo, se insinúa que esos “presos políticos” se trataban de terroristas peligrosísimos que en cualquier país del mundo hubieran sido condenados a muerte. Anteriormente se menciona el desastre de Trelew, donde las FF.AA. “torturaron” y “masacraron” a unos cuántos reos que habían intentado escapar de la cárcel; muy poco se menciona, empero, que dicha “masacre” es la consecuencia de una fuga escandalosa del Penal de Rawson donde sólo huyeron seis de los 110 que intentaron evadirse, entre los primeros – tampoco se menciona – nada más y nada menos que uno de los mayores homicidas terroristas que haya existido en América: Roberto Santucho (hoy recordado como héroe y como víctima por la historia oficial). Llama poderosísimamente la atención que el documental con el que nos faltaron el respeto a todos los estudiantes mencione el verbo “asesinar” siempre que un militar diera muerte a un faccioso, mientras que utiliza la expresión “ajusticiar” toda vez que un subversivo asesinara a un oficial del Ejército mediante un atentado terrorista. Por lo tanto, queda de manifiesto la clara aprobación del accionar criminal subversivo. Por si esto fuera poco, absolutamente en ningún momento se hace mención del vocablo “terrorista”, estando la época en cuestión signada nada menos que por el accionar de organizaciones terroristas como ERP y Montoneros.
     Pero la mayor de todas las capciosas omisiones, y la que justamente originara mi reacción al respecto, es la que tiene que ver con el saldo más desastroso que legara la infame gestión del mediocre Presidente Cámpora: esto es la derogación o anulación nada menos que de la Cámara Penal Federal, acaso el único organismo jurisprudencial existente en Argentina con competencia para juzgar y condenar tanto acciones como crímenes provenientes del terrorismo, lo que de hecho acabó por desplegar todo un manto de impunidad de norte a sur y de este a oeste en nuestro país, ya que miles de terroristas de un día para otro se hallaron libres de culpa y cargo y regresaron de inmediato a sus tenebrosas organizaciones armadas. La “democracia” de Cámpora, el mediocre, no sólo que arremetió con el más antidemocrático rigor posible al destruir una institución democrática imprescindible para el resarcimiento de la justicia, sino que de esta manera fue el primer gobierno de los setenta en darle forma al variable concepto de “terrorismo de Estado”, siempre que su gestión se puso a disposición, justamente, de los terroristas. En el infeliz filme de Página 12 nada de esto, en absoluto, se menciona ni por accidente.

Mi reacción

     Concluido el mentiroso documental, por primera vez desde que soy estudiante de Periodismo, me sentí impelido a levantar mi mano. Y todas las cositas anteriormente detalladas, una por una, fueron manifestadas con leve ánimo de protesta.
     De más está decir… que casi me matan. Agradezco, por supuesto, a todos los compañeros que, más allá de pensar como piensen, guardaron silencio a la espera de que redondeara mis afirmaciones. Para el resto, si ya tenía algo de fama de “facho”, ahora soy Hitler en persona. ¿Y por qué? Simplemente por pedir la palabra y decir que el documental que acabábamos de ver estaba lleno de omisiones, por supuesto que ofreciendo argumento estrictamente calibrado, documentado y conocido por cualquier persona en Argentina que husmee un poco de historia.
     No faltó el zanguango (de esos que sobran por los establecimientos académicos) que me reprochara que “no todos pensamos como vos”.
     En rigor, tiene razón. Por supuesto que no todos piensan como yo, y por supuesto que nunca van a pensar como yo mientras que conozcan sólo una parte de la historia rica en mentiras y omisiones; por supuesto que nunca van a pensar como yo, si yo no pertenezco a ningún gremio ni partido ni absolutamente nada ni nadie me ordena qué es lo que tengo que pensar; por supuesto que no van pensar igual a mí, mientras que yo jamás en la vida tendría la caradurez de hacerle perder el tiempo con un cuentito de hadas a un trabajador que luego de trabajar diez horas al día asiste a una clase de periodismo para realizar el sueño de convertirse en un profesional; por supuesto que no van a pensar ni remotamente parecido a mí, si mi pensamiento es libre, serio y comprometido con la más estricta contabilidad de hechos históricos fehacientes y documentados, mientras que el pensamiento de muchos – profesores y alumnos – se halla completamente condicionado por lecturas capciosas, resabios partidarios, resentimientos de todos los colores, espurios intereses académicos.
     En definitiva, por supuesto que no van a pensar como yo… Es decir, como una persona que trabaja y que siente que le han faltado soberanamente el respeto al ofrecerle un detalle mentiroso de nuestra historia reciente, nada menos que en una clase de Periodismo, donde a la inversa de generar profesionales independientes se promueve el partidismo, el resentimiento y la miopía absoluta de sus alumnos. Repito, para finalizar, lo mismo que dijera en aquel desastre que se armara en clase por denunciar sendas omisiones del documental: señores profesores, por favor, ya no insulten más el lugar que ocupan y tengan la viveza – aunque sea – de respetarse más a sí mismos.
     Tal vez, sólo con eso… ya sea posible sentarse a debatir de verdad [3] [4].


[2] Agustín Laje Arrigoni es un investigador y escritor cordobés autor de "Los Mitos Setentistas" (ver entrevista al respecto).
[3] Pido perdón al lector interesado por evitar dar nombres de profesores e institución académica a la que asisto como alumno, pero de ninguna manera es mi intención ensuciar el nombre de nadie ni mucho menos complicar su trabajo. Si alguna vez elevo queja al  Ministerio de Educación, entonces sí, deberé ser más explicativo al respecto.
[4] Deberé dejar constancia de que, como consecuencia de la repercusión que tuviera mi editorial de nombre "La educación 'camporizada'" donde, entre otras, se cuestionan los actuales métodos educativos en torno a la enseñanza del periodismo), mantuve una conversación privada con el profesor de la cátedra en que fuimos instados a ver un documental sobre la vida del ex Presidente Héctor Cámpora.

Es fuerza mayor decir que muy amable y caballerosamente el profesor se lamentó por el nivel de virulencia que cobrara el altercado que se refiere en "La educación 'camporizada'" (en la que él participara sólo como mediador), negó por completo todo rigor partidista en lo que respecta - al menos - a su cátedra y me garantizó absoluta libertad para que mis opiniones tengan el mismo peso y espacio que la de cualquier otro alumno. “Yo me quedé mal por la discusión de la otra vez, y seguramente vos también te quedaste mal”, sus textuales palabras. “Te aseguro que de ninguna manera mis clases tienen por finalidad hacer política”.

Debido a que el artículo en cuestión no revela nombres, cátedra ni institución, y que – por otro lado – es fiel reflejo, en definitiva, de lo que me acontece hace más de cuatro años (con otras materias, otros temas, otros docentes), estimo correcto no alterar sus apreciaciones aunque, como persona democrática que soy, debo suscribirle esta misma aclaración en virtud de la amigable charla que compartí con mi profesor, a quien agradezco inmensamente su consideración y caballerosidad.

Sólo con charlas así es posible augurar un proyecto profesional común.



Septiembre...

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LA SILUETA DE UN ÁNGEL RECOSTADO, con sus enormes alas que parten desde la espalda y acaban recién por sus rodillas, cubriéndolo todo en cuán sinuoso valle de plumas cósmicas. Observándonos entretenido apoyado su rostro sobre la palma de la mano izquierda; como a través de un cristal ahumado por la borra del vino tinto, o por la sangre aún caliente de millones de espíritus vulnerables que no lograron atravesar la tiesa burbuja que encierra y asfixia al mundo. Septiembre... Septiembre... tal vez un ángel rosado soportando con su mano derecha el pesado costal de la noche constelada, con el prematuro guiño de Venus cada vez más insolente, siempre indescifrable por supuesto. Septiembre es eso mismo: una idea poco substancial, inexistente, inexplicable, pero por sobre todo íntimamente nuestra, por lo tanto todo lo anterior. Muy diferente sería, no quepe la menor duda, que pudiéramos lucirnos por el resplandor de nuestra esperanza antes que callarlo con un grito de angustia en el pecho, con una sombra de silencio y convencionalismo surcándonos el rostro, para que nadie nos crea tarados, o algo así. Septiembre, en fin, se presta para soñar, lo que sea: una quimera sin precedentes o aquel mismo sueño tantas veces pisoteado... para soñar a nuestra manera, a la que nos hemos acostumbrado, sin testigos a la vista, sin dejar rastro alguno de quienes somos en realidad (¿realidad?), como un romance prohibido y estrictamente penado por la ley de los hombres, aquellas que inventamos para justificar el miedo a fracasar.
     La tarde cae, con todas las formas que podamos inventarle: un ángel; una tortuga agonizante vomitado a chorros sus propias vísceras; una calesita con corceles de oro; un gigante charco de orina; el cuerpo de una mujer desnuda, con la cabeza en forma de pescado (menos mal que la cabeza). Salir a la calle entonces, y preguntarle a la gente qué significa “Septiembre”, es insustancial. Es como preguntarle a un niño pobre cómo carajo hace para reír, con el llanto del hambre y los mocos del abandono resecos en el rostro. Cuán soberbio sería el hombre (¡ja!, sería), si pudiera precisar con detalles reales, cotidianos, el misterioso afán de una esperanza que nace, pese a todo. Septiembre es, en definitiva, lo que olvidamos ser a lo largo del año: apocadas ninfas temblando de vértigo a la hora del salto, pero... por qué Septiembre. El mes de los enamorados, dicen lo más tontos imbéciles, y los que nunca se enamoraron ¡para qué diablos nacieron! Es como suponer que alguien cualquiera nos cuida, nos vigila detrás de un árbol, dentro de una casita flotando en las vísceras podridas de la tortuga antes citada. Alguien cualquiera que no se parezca a nadie; para ello sólo debe estar dispuesta a escucharnos, atenta y sigilosa cuando comenzamos diciendo: “Tengo un sueño...”, que nos acompañe en una conversación onírica, fantástica, y que siempre apruebe con entusiasmo nuestra firme determinación de darle un “sí” a la locura de vivir. Esa persona se llama Septiembre, y en el mejor de los casos, somos nosotros mismos.
    Por eso, nada más que por eso, no se puede entender por qué todo el año no es así. Quizás no sea tan importante haber nacido para vivir tantos años, como nacer todos los años para vivir lo que se ha nacido. Todo es más hermoso, asiduo menester de estos días con presagios primaverales; todo se contagia de la fuerza y beldad de la naturaleza: es como si el color de las plantas, vago ejemplo, sea el cartel luminoso que nos autoriza, por hoy nada más, a cometer la travesura de exigirnos ser mejor cada día; que nos permita atrevernos, impúdicos, a darle forma a la idea de un sueño... es que somos hijos de la soledad, bastardos de toda la vida. Nosotros...
    La tarde se funde en un abrazo estelar; la impertérrita noche copula a la calesita de oro con cabeza de pescado. Venus irradia con ínfulas de prostituta novata, algunas aves apresuradas cruzan el cielo como si hubieran olvidado dónde dejaron sus dormideros. Septiembre... Septiembre... eso mismo es, permitirse ser libre para pensar, decir y hacer lo que se quiera. De pronto, un viento suave, resabio quizás de la desquiciada Santa Rosa, arroja al pueblo el hálito embargador de la bienvenida primavera. Por una centésima de segundo, todo el mundo se queda quieto, paralizado, expectante; sólo respiran y se miran de soslayo por miedo a ser delatados. La tarde es maravillosa, algo fresca eso sí; parece que vale la pena vivir, parece que es posible, pero no, pero sí. Todo sigue igual, entonces. Se reanuda el trajín cotidiano, las vidrieras destellan sus fulgores de siempre, los bares exhalan sus efluvios de café y cerveza, la gente anda, de aquí para allá, esporádicas sonrisas pasan volando sobre veloces motocicletas; alguien se enciende un cigarrillo (qué buena idea), otro se sube a su auto y de costumbre enciende la radio, más cerca otro se tropieza con una baldosa mal parida y un tonto escribe la historia de un pueblo, un país, una Nación de gentes con pareceres inciertos, con gestos de piedra bajo las cejas, como si la esperanza fuera sólo para los niños. Pero que por ser Septiembre, por dentro nos arde, y nos estamos quemando les advierto, por hallar la causa universal que nos permita, pobres diablos... volver a creer. 


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La 'tinelización' de los derechos humanos

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EL MISMO TÍTULO lo dice. Una cuestión de suyo delicada y controvertida, hoy signada para completar la diaria chismografía televisiva. Si algo le faltaba a los derechos humanos en Argentina – ya bastardeados desde siempre y empezando por quienes dicen reivindicarlos – es que también ellos cayeran en la misma bolsa de banalidad, prostitución y rating que tanto envilece a prácticamente toda la televisión. De manera que hoy los mentados DD.HH. integran la misma galería ociosa donde desfilan el trasero de Zaira Nara, las tetas de Pampita, la florida homosexualidad de Fort, el botox de Moria Casán… y sí, la desmedida ambición del empresario Marcelo Tinelli (quien, como buen cincuentón, cuanto más viejo, más verde).

     Lo que siempre se pretendió como sagrado (más allá de las pérfidas distorsiones) ahora resulta que se subscribe dentro del truculento circo mediático. El caso es que, en pocas palabras, se le endilga al Almirante Massera haber tenido alguna relación con la vedette Graciela Alfano (otra que en vez de sangre tiene clorofila), motivo por el cual se la relaciona a ésta con las supuestas violaciones a los derechos humanos que habrían perpetrado los militares (cosa que como bien sabemos tiene más de cuento chino que de real). La prensa liviana de nuestro país – toda – por supuesto que no demoró un segundo en apuntar sus viciados lentes al respecto, sin importar que la hediondez magnífica que destila nuestra farándula ensucie aún más la siempre irresuelta cuestión de los 70.

     No debe sorprendernos, sin embargo, este derrotero lógico en que decae un asunto tan discutido como fabulado. Más allá del uso descarado que actores políticos, como Carloto y Bonafini, han dado a los DD.HH., tanto el cine como la televisión han incursionado también los tremebundos laberintos del mito y la mentira. Por citar un par de ejemplos, la película “Kamchatka” (con Ricardo Darín) supone la historia de una tierna e inocente parejita que escapa del yugo asesino de los militares, sin precisar en ninguna parte el motivo de dicho acosamiento. En la pantalla chica quizás el caso más ilustrativo lo haya consignado la telenovela “Montecristo”, en que su protagonista, interpretada por Paola Krum, descubre que es hija de desaparecidos. Si bien la calidad argumental de ambas producciones es poco menos que vergonzosa, queda bien de manifiesto (como en prácticamente todo aquello que toque los 70) el esfuerzo sistemático por santificar una parte (los terroristas) y demonizar a otra (las fuerzas legales). Ya, en los medios en general, prácticamente siempre los periodistas u opinólogos – del color político que sean – se postulan respetuosos con el dogma setentista, sin importar cuán perniciosos pueden resultar para el descubrimiento de la verdad como así mismo el resarcimiento de la justicia (siendo esta última, en nuestro país, extremadamente dependiente del juicio de las masas).

     De esta suerte que tarde o temprano iba a terminar “el tema de los 70” bailando en el caño [1], en medio nada menos que de una legión de prostitutas y proxenetas – entre invertidos y viejos babosos –, todo lo cual resume en un desgaste más de los mismos derechos humanos que subyacen tácita o explícitamente. Sea cierto o no el romance entre Massera y Alfano, y de las cosas que a esta última se le imputen, la putrefacta atmósfera de la farándula, naturalmente, acaba por banalizar un asunto de suyo difícil y doloroso, y que desde siempre exigió el juicio desinteresado y competente que nunca tuvo.

     Más allá de que los setenta en Argentina han sido utilizados para fines políticos e ideológicos, su sola mención siempre originó un eco de respeto y discreción en los receptores – la gente –. Que en adelante tenga estrecha relación con nombres como Alfano, Tinelli y otros tantos agentes de degradación moral, constituye un eficaz recurso por seguir distanciando esta discutida etapa histórica del sentido común de los argentinos. En rigor, la farandulización o tinelización de los derechos humanos, lejos de signarlos en la consideración colectiva en su concepción ascética, sólo conseguirá – luego de tamaño manoseo – exhibirlos cada vez más vulnerables e insignificantes.

[1] En alusión al baile pornográfico que tiene lugar en el programa "Bailando por un sueño", que conduce el empresario Marcelo Tinelli por la pantalla de Canal 13.

Nota relacionada:

Biolcati: ¿Lo dijo o no lo dijo?

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DICEN QUE HUGO Biolcatti dijo que “la gente mira Tinelli y si puede pagar el plasma, no le importa nada más”. Aunque no me crean, soy un “cuestionador” inefable de las declaraciones del titular de la Sociedad Rural Argentina, tanto así que todavía me molesta el tiernamente estúpido discurso con el que hace poco inauguró la última Exposición de la Rural (mucho mencionar a Sarmiento - con todo el respeto que le merezco –, aunque no como si se tratara de un hombre sino más bien una deidad, y yo no soy partidario de que haya sido una deidad el que rabiaba por “abonar la tierra con la sangre del gaucho”. No es que justo yo me ponga en ‘sensiblero’ – lo único que falta – pero sencillamente me postulo por llamar a las cosas por su nombre, sin achicar ni agrandar a nadie).

     Y ahora resulta que todo el mundo está horrorizado porque se dice que dijo lo que dijo. Y, por si fuera poco, mi gran sorpresa llega en tanto que me entero que el mismo Biolcati niega categóricamente haberlo dicho, excusando una descontextualización de sus palabras.

     Ok… Si bien – como ya señalé – soy un cuestionador de la vocinglería ruralista, haré una excepción a la regla y ya no sólo que me enrolaré tras las palabras de Biolcati, sino que – considerando que él se desdice de las mismas – me apropiaré de lo que tanto espanta a la prensa. Entonces, YO DIGO Y RECONTRA DIGO QUE “LA GENTE MIRA TINELLI Y SI PUEDE PAGAR EL PLASMA, NO LE IMPORTA NADA MÁS”. Y lo que digo es válido en cualquier contexto que se aplique (así, como suena, sin atenuantes), y al que le gusta bien, y al que no… lo siento por él. Y estoy totalmente convencido que al grueso de la gente no le importa quién gana, quién pierde (salvo que se hable de fútbol), no le importa la inflación, ni las retenciones… ni los derechos humanos, ni la historia, ni los muertos, ni los vivos, ni lo que pasó ni lo que pueda pasar. No le importa nada. Lo único que quiere hacer es sentarse y ‘mirar Tinelli’, y todo lo demás… le importa un rábano.

     En el año 94 Argentina dejó pasar la oportunidad de que nos gobierne el ex Gobernador de Mendoza, José Octavio Bordón. Importaron más los créditos blandos con los que Menem amenazaba a todo el mundo que el hecho de votarle a una persona que convirtió una provincia que compraba alimentos en productora de los mismos. La historia se repite, con otras cositas, pero es la misma. Mirá vos cuánto nos importan las cosas a los argentinos… y resulta que ahora “todo el mundo” se alarma porque Biolcati dijera que a la gente sólo le importa pagar el plasma y ‘mirar Tinelli’.

     ¡Tiene razón!

Entrevista a Ricardo López Murphy

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-RICARDO, DISCULPE... ¿USTED sería tan amable de concederme cinco minutos para una entrevista?
     Mira su reloj; el mismo que movió para todos lados durante el discurso que acababa de pronunciar.
     -Mirá -me dice- mi colectivo sale para Buenos Aires a la una de mañana… Así que tiempo, me sobra.
     Eran ya las 9 y pico de la noche y quedaba clausurada la presentación del libro “El Espíritu del Mercado”, de Alejandro Sala, en el Club Alemán de Rosario, en la que el señor Ricardo López Murphy había oficiado en calidad de conferencista. “Tantos libros que escribí yo… y ninguno me salió como el de Alejandro… Es un gran aporte para que a la gente le sea posible entender el complicado mundo del mercado”, había dicho al respecto.
     La primera impresión que deja el señor López Murphy luego de estrechar su mano es de distancia, autoridad. Mas, promediando la charla, no puede con su genio e inmediatamente sale a relucir el rictus de profesor con el que le habla a todo el mundo, a mí, a la audiencia, a sus compañeros de panel. Sabe que maneja un argumento profundo e inextricable; la experiencia seguramente lo condujo a entablar un diálogo paciente, llano, alegórico, gracioso.
     “Los problemas de argentina sólo se van a resolver el día que logremos entender qué fue lo que sucedió en 2001”, dice, y – sin ánimo de excusa – remata: “Tendríamos que haber aguantado la convertibilidad un año más. Yo lo hubiera aguantado… pero ‘me retiraron’ de mis responsabilidades de ministro ¡Necesitábamos un dólar débil, que estaba por venir y que finalmente llegó… pero nos tocó un dólar terriblemente fuerte!”.
     Con esa gracia oratoria que le es característica, López Murphy divaga entre la tragedia y el optimismo, entre el escepticismo y la ingenuidad: “Se avecinan tiempos de extrema tensión”, dice, aunque por otro lado se ablanda: “Despacio, cada vez con menos generación de empleos, pero Argentina seguirá creciendo ‘a pesar’ del kirchnerismo”. Cuando se trata de política, el ‘buldog’ intenta el mismo juego de cintura: “Me impresiona cómo la juventud se apasiona con las ideas de Cristina. Hay un esfuerzo de adoctrinamiento como nunca vi en mi vida”, y en otra parte desliza: “Yo le voté a Raú… a Ricardo Alfonsín (sic) porque representa el respeto a las instituciones que necesita este país, más allá de las diferencias que tenga con él”.
     A continuación, entonces, la entrevista que muy amablemente me concedió luego de presentar el libro de Alejandro Sala, "El Espíritu del Mercado", y antes de tomarse el colectivo que lo devolviera su querida Buenos Aires.



Alejandro Sala: la economía al alcance del trabajador

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EN DOS OCASIONES – durante la entrevista – Alejandro Sala ajustó con fuerza el tono de su voz: una, cuando sin tapujos remató que Perón “fue nefasto para el país”, y otra al momento de afirmar que él “mantiene serias e insalvables diferencias con los liberales argentinos”. Está claro que el autor del aún reciente libro “El Espíritu del Mercado” es el primero en tomar la posta al momento de hacerse eco de la consigna que más veces repite: “es necesario que el liberalismo argentino aprenda a hablar en el mismo idioma de la gente”.
     “En ‘El Espíritu del Mercado’ yo le explico cómo funciona la economía a un taxista”, dice, toda vez que asegura que si bien se trata de una lectura rigurosa está escrito en un lenguaje llano y asequible para cualquier persona interesada. Y la verdad que no viene mal una lectura de esta naturaleza para todos aquellos que necesitamos afianzar nuestras nociones al respecto de una materia tan elástica como discutible: la economía de mercado.
     Según el autor del libro “termina siendo grave que la gente no comprenda cómo funciona el mercado”, y que por lo mismo no entienda que los males que le atribuye a su implementación en verdad se deben a su no puesta en marcha. Como contrapartida del liberalismo, Alejandro Sala menciona al estatismo, y tras de este vocablo no demora en consignar “sinonimias” como fracaso, pobreza, hambre, miseria.
      Seguramente el autor de “El Espíritu del Mercado” sepa muy bien que al liberalismo argentino le falte aún mucho tiempo para erigirse como una facción política con chances algunas, más aún cuando no faltan “políticos demagogos que vendan ilusiones y que aseguren que se puede ser feliz por fuera del marco del mercado”. Por eso es que más allá de las diferencias que podamos mantener con Alejandro Sala, la apreciación de su notable esfuerzo literario (el libro consta de más de 300 páginas, escritas para ser entendidas) ha de redituarnos inmejorablemente al momento de desbaratar dogmas y prejuicios como asimismo para arribar a una noción pragmática sobre aquel mundo tan lleno de números y cuestiones que, desde lejos, nos parece inextricable. Gracias a “El Espíritu del Mercado” hoy podemos decir, entonces, que la economía ‘grande’ ya puede ser un asunto fácilmente abarcable por el trabajador común y corriente.
     Cabe destacar, por último, que Alejandro Sala presentó su libro, “El Espíritu del Mercado”, en la ciudad de Rosario (en el Club Alemán – Paraguay 462) el día miércoles 17 de Agosto a las 19 hs. La velada contó, además, con las destacadas concurrencias – en calidad de panelistas – de los señores Ricardo López Murphy, Guillermo Covernton, Federico N. Fernández y, por supuesto, su autor, quien – además – tuvo la amabilidad de concederme la siguiente entrevista:


Boudou se declara "montonero"

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CLARÍN INFORMA CON tibieza lo que debiera enunciarse con un marcado rigor de preocupación y apercibimiento. El actual Ministro de Economía y candidato a vicepresidente por el Frente para la Victoria entonó consignas “montoneras” en un acto de campaña en la ciudad de Córdoba, al que asistieron mayormente adolescentes de 20 años.

     “Montoneros patria o muerte, para la liberación”, enuncia el medio capitalino que dijera Amado Boudou mientras que levantaba los dedos en “V”. Algunas equivalencias podrían esclarecer el panorama al desprevenido. El gesto de nuestro ‘rockero’ ministro es lo mismo que si la ministra de economía española, Elena Salgado, cantara barricadas de la ETA o si su par colombiano lo hiciera entonando cánticos  correspondientes a las FARC. El lector podrá reprocharme que no enunciara “salvando las distancias”… Y sí, tiene razón… toda vez que Montoneros, en su época de “esplendor”, no sólo que se constituyó en la más feroz facción terrorista del continente, sino que su poder de fuego por lejos superó tanto a  FARC como a ETA, en tanto que además contó con apoyo logístico y armamentístico de cuanta organización terrorista extranjera hubiera en la Tierra, siendo los casos de la OLP (Organización para Liberación de Palestina) y la dictadura comunista cubana los datos más ilustrativos del asunto.

     Sí, es verdad… salvando las distancias… Muy tranquilamente, para acercarnos a una equivalencia más válida aún, podríamos decir que la taradez de Boudou es más bien como si algún ministro norteamericano reivindicara a Osama Ben Laden. Por si falta algo para ilustrar la magnitud homicida y terrorista de los favoritos del ministro, podríamos decir que mientras que ninguno de los grupos criminales mencionados basó su estrategia para la toma absoluta del poder (ETA busca desprender de España al País Vasco, las FARC no pueden más que realizar esfuerzos para no ser totalmente aniquiladas, y Ben Laden ocasionó un daño sin otra intención que el mismo daño), Montoneros no sólo declaró la guerra a nuestro país en pleno gobierno democrático sino que además de llevar a cabo el magnicidio de Aramburu, también perpetró fallidamente los asesinatos de los presidentes Isabel Perón, Juan Domingo Perón y el General Jorge Rafael Videla. Creo que comparar a ETA o FARC con Montoneros es, sencillamente, descalificar (aún más) a las facciones terroristas actuales.

     Por supuesto que si algún ministro de economía de las mencionadas naciones se diera a la tarea de realizar cánticos terroristas, sea donde sea, inmediatamente el siguiente paso consistiría no sólo en la renuncia sino el correspondiente enjuiciamiento por apología del delito. El actual ministro de economía argentino, Amado Boudou, acaba de insultar lisa y llanamente a los 40 millones de argentinos que no sólo deseamos un presente exento de la resaca homicida del pasado sino también un futuro con justicia y seguridad.

     Por lo mismo es que Amado Bouduo debiera ser desafectado de las aspiraciones kirchneristas, expulsado de su cargo de Ministro de Economía y puesto a disposición de la justicia por realizar apología del delito durante su campaña proselitista. Reivindicó, nada menos, que a la peor facción terrorista que asoló nuestro país en pleno gobierno democrático.

Catálogo del votante: las diez maneras de votar de los argentinos

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OCTUBRE SE NOS aproxima vertiginosamente: no es para menos, ya que se define al fin la suerte que ha de seguir nuestro país no sólo por cuatro años, sino por mucho más. No se crean que en 2015, de seguir esta misma “racha”, las instituciones habrán de estar igual de debilitadas que ahora. Venezuela es un fiel testimonio de que un mandato más puede ser crucial para el destino de una sociedad, de una sociedad que hoy ya no puede sacarse al chavismo de encima. Si hoy la oposición se presenta tan fragmentada e insignificante, ¿se imaginan lo que ha de ser después de cuatro años más de gobierno K?
     Pero no todo es culpa de este gobierno, honestamente. En reiteradas ocasiones, la oposición ha sabido mostrar la hilacha de forma inmejorable. Tanto Duhalde como Saá, y por la otra vereda tanto Binner, Alfonsín como Solanas, han dejado traslucir que, por sobre los verdaderos intereses nacionales, han tenido relevancia lamentables cuestiones partidarias. Nunca, como esta vez, los argentinos nos vemos totalmente desprovistos de opciones confiables en materia de sufragio. El ejercicio de la democracia por naturaleza ya implica un riesgo; para los argentinos, empero, más que riesgoso suele ser psicópata y hasta suicida. En fin, no es para tibios la argentinidad.
     En rigor, los problemas en democracia se solucionan con más democracia. Si algo falla – la confianza – es preciso escarbar hasta dar con la alternativa correcta. Lo mismo que sucede en psiquiatría: ¿por cuántas drogas debe pasar el paciente hasta dar con la que hace el efecto deseado? Peor es, sin embargo, no arriesgarse por alcanzar la cura al problema (al drama) que nos aqueja.

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