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Dilma, Pepe... y los paparulos argentinos

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LOS DOCUMENTOS CAPTURADOS acusaron el falso nombre de ‘José Antonio Mones Morelli’. Tras tirotearse con las fuerzas, según consignara un diario del 1ero. de abril de 1970, resultó “herido de gravedad” el “reo” José ‘Pepe’ Mujica quien, como muchos otros subversivos de la época (Rodolfo Walsh, por caso), había optado por desfigurar la propia rúbrica en aras de sofisticar el trabajo en la clandestinidad. Hasta entonces, el accionar guerrillero del actual presidente uruguayo había sido prolífico, y mayormente empeñado en el robo de sumas importantes de dinero. Algunos por el estilo: el 10 de septiembre del 68 se hizo de 20 mil dólares tras asaltar el Banco de Londres; 24 mil dólares consiguió, por mismo medio, de la Sociedad de Bancos el 18 de octubre del mismo año; el 30 del inmediato diciembre sumó 48 mil dólares tras efectuar DOS acometidas en un día; 220 mil dólares habría de sustraer del Casino San Rafael ya en el año 69. Luego de sobrevivir a las balas y tras doce años de prisión consecutiva, el ex jerarca tupamaru diría que “aprendió que las hormigas gritan”, tras llevárselas al oído tanto por aburrimiento como por insania.
     El 18 de julio de 1969, en la casa de la amante del gobernador de Río de Janeiro, se produjo entonces “el mayor golpe de la historia” guerrillera de Brasil. Nueve facciosos de Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares redujeron a todo el mundo para finalmente llevarse la caja fuerte en apenas 28 minutos. La cabecilla de dicha operación criminal, de sólo 22 años, no habría de usar “nombre artístico” para tales ocasiones: Dilma Vana Russeff, la actual presidente del país más poderoso de América latina. Detenida en 1970, estuvo presa durante tres años, pero en vez (o además) de platicar con ratas e insectos, cuentan que gastaba su tiempo leyendo economía o literatura universal, entonando canciones populares y dedicándose a bordar. “El arte de aguantar la prisión es vivir en ella”, diría alguna vez la mujer que hoy tiene la responsabilidad de meter presos a los miles de criminales que ensucian la vidriera olímpica y mundialista de Brasil.
     Y las preguntas alteran el razonamiento… ¿Cómo se explica que esta gente – Russeff y Mujica –  haya llegado tan lejos? ¿Qué mensaje reciben las actuales generaciones? ¿A qué destinos están conminados Brasil y Uruguay? Y probablemente tendríamos respuestas si una muy ostensible contrariedad no dejara el mundo patas para arriba: las izquierdas oficialistas tanto de Brasil y Uruguay, cuyos máximos exponentes fueron criminales hechos y derechos, son las izquierdas oficialistas “más moderadas” del continente. La dictadura chavista en Venezuela, el ágape correísta en Ecuador, el cómic indigenista en Bolivia y la paparruchada kirchnerista en Argentina dan cuenta de que un militar (Chávez), un economista (Correa), un vernáculo (Evo) y una doctora (Christie) tienen menos cintura política y humanitaria que un par de asaltantes.
     Pepe Mujica, cuyas fotos lo muestran siempre con la mansedumbre resignada de un gato capón, revela la pauta de semejante metamorfosis: “Soy un tipo que se equivocó mucho, como toda mi generación”, confiesa a un entrevistador de Carta Maior. Lejos de explotar la imagen de un laureado Robin Hood, el presidente uruguayo suele dar de qué hablar por su sencillo y austero estilo de vida, su comprensión del mercado, su apañamiento a los empresarios (incluso argentinos) y sus pensamientos descontracturados: “Una de las características de la izquierda es su tendencia a atomizarse. Cada organización de izquierda suele creer que posee la verdad revelada y que tiene que luchar contra las otras organizaciones. ¡Y eso es visto como una cuestión de principios, capaz de hacer correr la sangre!”, ha dicho.
     Una pregunta: ¿alguna vez nuestra adorada Christie ha dicho algo más o menos así? ¿O es mentira que se las pasa “fogoneando” a los idiotas útiles que sueñan utopías virginales sobre nubes de SIDA y gonorrea? ¿O es mentira que distorsiona la historia al punto de convertirla en un cuento de Hadas donde los terroristas eran Madres Teresas y los militares en conjunto una máquina de picar carne?
     Ahora último, créanme... ¡casi me caigo de la silla! Acabo de leer que el izquierdista gobierno uruguayo, del ex jerarca tupamaru, acaba de pedir un préstamo por u$s460 M, nada menos, que al Fondo Monetario Internacional (FMI). Oh, pucha… ¡pero la reina Cristina nos dijo 460 millones de veces que el FMI era el diablo en persona cuya única misión en la vida consistía en poner a todos los argentinos en fila india y hacerlos correr, azote mediante, hasta que se nos revienten nuestros odiosos corazones! (¡Tanto así que fue mucho más conveniente desendeudarse y dejar de pagar al 3% y endeudarse con Venezuela y pagarle el 15!). El ex guerrillero Mujica, en cambio, parece haber encontrado una solución un poco más económica, aunque – y se lo reprocho – mucho menos retórica: “No tenemos que cambiar al FMI (ellos, generosamente, nos prestan); somos nosotros los que tenemos que cambiar”, dijo hace tiempo.
     En Brasil la presidente Dilma Russeff actúa con la severidad de una superiora de convento: a diario es noticia que – por orden suya – un ministro es bajado inapelablemente de sus funciones. Lo llamativo es que la mandataria carioca actúa a instancias de denuncias periodísticas sobre “someros” casos de corrupción, mientras que en Argentina toda vez que sendas investigaciones de la prensa dejan al desnudo las catastróficas irregularidades de la gestión kirchnerista, de inmediato sale Cristina a respaldar a sus cortesanos calumniados y a revelar la trama secreta de un diabólico complot internacional en contra de su bendito “modelo”.
     Mientras que la ex guerrillera Russeff ha minado de militares las fronteras nada menos que con el Mercosur para frenar el ingreso de droga, nuestros desdeñados soldados serían llamados para actuar únicamente en caso de “invasión” (pensarlo ya es ridículo), en tanto que la drogadicción en Argentina, por otro lado, no sólo que sigue en franco ascenso sino que además es respaldada por la perorata oficialista siempre complaciente con el mentado “consumo personal”, como si los candorosos faloperos argentinos consiguieran su querida falopa sin generarle rédito al narcotráfico internacional.

     ¿Cómo explicar, entonces, las relativamente ejemplares gestiones de dos ex guerrilleros en contraste con las virulentas izquierdas de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina? ¿No debiera ser al revés, considerando que de todos, sólo Russeff y Mujica empuñaron las armas en el pasado?
     ¡Pues no! ¡Todo se puede ver claramente! En rigor, tanto Mujica como Russeff fueron no sólo dos personas que participaron en la subversión de sus respectivas naciones, sino que además también fueron severamente castigados con la cárcel por lo mismo (sin pretender justificar con esto los abusos sufridos por la brasileña). En Argentina, por ejemplo, el horroroso gobierno de Cámpora no se conformó simplemente con dejar en libertad a los más de dos mil terroristas encarcelados, siendo que también de inmediato muchos de ellos fueron arbitrariamente promovidos en cargos públicos (por si fuera poco aboliendo la Cámara Federal Penal, el único organismo jurisprudencial con competencia para juzgar y condenar al terrorismo).
     Tanto en Brasil como en Uruguay (aunque mucho menos sanguinarios que en Argentina), los guerrilleros aceptaron y digirieron la inobjetable derrota en combate contra las fuerzas legales; en Argentina tal fue el grado de alevosía por parte de ERP y Montoneros que aún diezmados y vencidos no sólo que rechazaron arriar sus fétidas banderas, sino que – acto seguido – se pronunciaron por disimular todas sus barbaridades al punto, incluso, de negar que en los 70 existió una guerra que ellos mismos declararon en pleno gobierno democrático.
     Russeff y Mujica, aunque reprochablemente, abrazaron una causa, y, como es de observar, luego de cumplir con sus condenas, dentro del marco institucional-democrático de sus países, se dieron a la valiente tarea de “reencausar” sus inquietudes sociales. Los bribones argentinos las inquietudes que tienen y tuvieron no van más allá de explotar la ingenuidad de jóvenes con mitos y parodias, por lo que cae de maduro que jamás abrazaron una causa verdadera sino que vieron la oportunidad irresistible de “hacer un negocio” con el cuento de “transformar la estructura del poder” en nuestro país (Firmenich).
      Los presidentes Dilma y Pepe estuvieron en el frente, lucharon contra el Ejército, saben de qué se trata la cosa: matar o morir. Y, como tuvieron la inteligencia y el valor de rendirse, Dios les ofreció la posibilidad de seguir en carrera a pesar de sus desmanes. Los paparulos argentinos atacaban por la espalda o ponían una bomba y se largaban cobardemente a esconderse en las villas o en la selva (amigos, no me jodan… eso no es “luchar”); y los más paparulos rajaron como ratas por tirante ya sea tanto al exterior – en calidad de ‘víctimas exiliadas’ – o bien se camuflaron en la sociedad como civiles adquiriendo propiedades en el sur o, incluso (como es el caso de ex presidente Kirchner) oficiando como abogados de militares, a tal punto de que muchos actuales funcionarios tienen que convivir con la vergüenza inconmensurable de ser reconocidos – sea cierto o no – por “vender” a sus compañeros de combate (tales son los casos de Bielsa y Obeid). No lucharon, fueron simples rateros al servicio de Cuba y URSS; no lucharon, no tienen de qué rendirse.
     Ni la brasilera ni el uruguayo se arrepienten de haber participado en la subversión, pero jamás se oyó de ellos una sola palabra de reivindicación al respecto de los desmanes por los que pagaron con años de cárcel. Aprendieron que para cambiar al mundo primero uno mismo tiene que empezar por cambiar. Los paparulos argentinos no tienen mayor orgullosidad que la de haber sido “jóvenes idealistas” (criminales, asesinos, terroristas, vendedores) que escaparon de los militares en una alfombra voladora, y por lo tanto se las pasan reivindicando sus crímenes al extremo de victimizar a asesinos seriales de la talla, por caso, de Ernesto Guevara y de Roberto Santucho (quien tiene su “merecido” lugarcito en el Muro de la Memoria). El paparulaje argentino jamás quiso cambiar al mundo, al contrario, porque para el paparulo argentino la injusticia constituye el único terreno donde sus crímenes de lesa humanidad, como así mismo sus complicidades imperdonables, permanezcan completamente impunes.
     ¡Ya está! ¡No queda nada más por explicar! ¡Problema resuelto! Ahora entiendo que, más allá de todo lo que les podamos reprochar, tanto Dilma como Pepe ocupan muy merecidamente sus lugares, y sus países transigen con naturalidad por una vía de progreso institucional y democrático (la misma que sólo podemos envidiar por ahora). ¿Qué mensaje reciben las juventudes uruguayas y brasileras? Sencillamente, entienden que para llegar a presidentes de sus países no han de tener mucha suerte por el camino de la ilegalidad y la estupidez marxista, ¡sino todo lo contrario! Desde un lugar muy lejos de parecerse a un Kremlin, por caso, José Pepe Mujica ha dicho que “él se equivocó mucho” y que “no es tan necesario cambiar al Fondo como cambiar uno mismo”.
     Ojalá la juventud argentina tenga la picardía de oír ese mismo mensaje.


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ARGENTINA, POTENCIA

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QUIERO HACER EXPLÍCITAS mis más enérgicas FELICITACIONES a la Industria Armamentística Nacional por el grado sorprendente y extraordinario de tecnología que ha logrado alcanzar en los últimos años. Como toda persona de buen sentido, estoy en completas condiciones de afirmar que Argentina, en lo que respecta a la industria militar, se subscribe como una de las naciones más envidiables de todo el mundo, por lo mismo cae de maduro el más que promisorio futuro de soberanía y operación que indefectiblemente nos espera. Somos, pues, la mayor potencia de América y la insustituible referencia para toda nación decente que añore tiempos de orden, paz y democracia.

Sin jactancia alguna puedo decir que muy detrás nuestro quedaron los principales países fabricantes de armamento:

- Estados Unidos deberá conformarse con sus rústicas Glocks;
- Italia, desde el tenebroso pasado nos apunta con sus arcaicas Pietro-Berettas;
- Rusia, no puede menos que avergonzarse de sus vetustas y obscenas Kalashnikov;
- Brasil, por su parte… deberá digerir el deshonor de haberse quedado estancado con Taurus;
- Israel, mejor que utilice sus gráciles Águilas del Desierto cual erinas de circuncisión.

¡Ríndanse! ¡Están acabados!


Nosotros, los argentinos, fabricamos armas que tienen la curiosa, inexplicable y magnífica capacidad de ir solitas (sin que nadie las contrabandee ilegalmente) al lugar donde hacen falta. Ecuador y Croacia pueden testimoniar irrefutablemente. Solitas fueron, nadie las envió… Todo el mundo absuelto. ¡Éstas sí que son armas inteligentes! ¡Viva la Patria!

La educación "camporizada"

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TODAVÍA TENGO BIEN presente los días en que como estudiante de periodismo observaba extrañado el empeño de mis profesores con el cual, afanosamente, hacían campaña a favor de Binner, es decir, para que éste obtuviera entonces la gobernación que hasta hoy ostenta. “No puede ser que toda la vida el peronismo gobierne la provincia”, decían. Mi sorpresa, sin embargo, no tendría límites toda vez que, de golpe y porrazo, prácticamente todo el mundillo docente se enroló tras las huestes del kirchnerismo, tornando en meros mítines políticos las clases que bien habrían servido para aleccionar al alumnado en materia de técnica periodística (cosa que brilla por su ausencia absoluta). [4]
     Hoy mismo apareció un profesor con la idea de hacernos ver un video “muy interesante” sobre un tema “de actualidad”. Ya son muchos los “videos de actualidad” que tuve que comerme en mis más de cuatro años de estudiante… y siempre es la misma historia de “jóvenes idealistas” que mientras que degustaban inocentemente sus coloridas chupaletas fueron atrozmente acribillados por un convoy de rancios militares que no toleraban que hubiera gente de pensamiento distinto. En esta ocasión – la más alevosa de todas – el tierno Robin Hood de la historia sería el ex Presidente Héctor José Cámpora.
     No es preciso ser brillante para darse cuenta que la intención subrepticia de interrumpir la clase para “encajarnos” un documental sobre la mediocre vida de Cámpora (del año 1999, producido por Página 12) no es otra que la de legitimar y publicitar al actual movimiento kirchnerista “La Cámpora”, que, como vemos, obtiene su nombre mediante una rara homosexualización del recuerdo del ex Presidente. Fuertemente favorecido por la billetera oficial (cuyo dinero, por supuesto, es el que produce el pago de nuestros impuestos), el movimiento “La Cámpora” no sólo se postula como una simple facción partidaria sino que, por colmo, es noticia que ha pasado a controlar nada más y nada menos que todo el espacio aéreo de Argentina [1]. ‘La Cámpora’ hizo ingresar ya a centenares de militantes en el negocio aéreo en todo el país, ante lo cual es dable preguntarse: ¿cuántos incapaces e inútiles están ocupando importantes puestos de trabajo en el Estado sólo por una decisión política y no por una cuestión de aptitudes y capacidades?”, señala en una de sus editoriales de La Prensa Popular Agustín Laje Arrigoni [2].
     El documental “Cámpora al Poder – 49 días de ilusión”, que es lo que me moviliza en esta oportunidad, ilustra inmejorablemente el esfuerzo oficial por observar la historia reciente con un solo ojo. Considero como a un “chantaje” por parte del establecimiento educativo hacia sus alumnos habernos hecho perder nuestro valioso tiempo para ver tamaña estupidez. El documental pretende una viscosa exaltación de una de las figuras más enaltecida y desenfadadamente mediocres de la historia argentina, como lo es la figura de Héctor Cámpora – un ser incapaz de hilar una frase inteligente, un ser visiblemente amputado de facultades cerebrales. Se llega, incluso, a victimizarlo en desmedro del mismo General Perón, a quien se le reprocha haberlo “ninguneado” en reiteradas ocasiones (quién no habría de ningunear a tamaño vestigio de vergüenza humana).
     De la misma manera que en vida fuera utilizado el Presidente Cámpora por organizaciones facciosas, evidentemente lo sigue siendo aún después de muerto, siempre que su recuerdo es usado para degenerar aún más esa lente enferma con que se mira al pasado, ahora - para colmo - para "camporizar" la educación . En el documental que nos “encajaron” en la clase de Periodismo se afirma - como cosa buena - que la primera medida de Cámpora fue liberar a los más de 2 mil “presos políticos” que habían sido capturados por la dictadura anterior; en ningún lado, sin embargo, se insinúa que esos “presos políticos” se trataban de terroristas peligrosísimos que en cualquier país del mundo hubieran sido condenados a muerte. Anteriormente se menciona el desastre de Trelew, donde las FF.AA. “torturaron” y “masacraron” a unos cuántos reos que habían intentado escapar de la cárcel; muy poco se menciona, empero, que dicha “masacre” es la consecuencia de una fuga escandalosa del Penal de Rawson donde sólo huyeron seis de los 110 que intentaron evadirse, entre los primeros – tampoco se menciona – nada más y nada menos que uno de los mayores homicidas terroristas que haya existido en América: Roberto Santucho (hoy recordado como héroe y como víctima por la historia oficial). Llama poderosísimamente la atención que el documental con el que nos faltaron el respeto a todos los estudiantes mencione el verbo “asesinar” siempre que un militar diera muerte a un faccioso, mientras que utiliza la expresión “ajusticiar” toda vez que un subversivo asesinara a un oficial del Ejército mediante un atentado terrorista. Por lo tanto, queda de manifiesto la clara aprobación del accionar criminal subversivo. Por si esto fuera poco, absolutamente en ningún momento se hace mención del vocablo “terrorista”, estando la época en cuestión signada nada menos que por el accionar de organizaciones terroristas como ERP y Montoneros.
     Pero la mayor de todas las capciosas omisiones, y la que justamente originara mi reacción al respecto, es la que tiene que ver con el saldo más desastroso que legara la infame gestión del mediocre Presidente Cámpora: esto es la derogación o anulación nada menos que de la Cámara Penal Federal, acaso el único organismo jurisprudencial existente en Argentina con competencia para juzgar y condenar tanto acciones como crímenes provenientes del terrorismo, lo que de hecho acabó por desplegar todo un manto de impunidad de norte a sur y de este a oeste en nuestro país, ya que miles de terroristas de un día para otro se hallaron libres de culpa y cargo y regresaron de inmediato a sus tenebrosas organizaciones armadas. La “democracia” de Cámpora, el mediocre, no sólo que arremetió con el más antidemocrático rigor posible al destruir una institución democrática imprescindible para el resarcimiento de la justicia, sino que de esta manera fue el primer gobierno de los setenta en darle forma al variable concepto de “terrorismo de Estado”, siempre que su gestión se puso a disposición, justamente, de los terroristas. En el infeliz filme de Página 12 nada de esto, en absoluto, se menciona ni por accidente.

Mi reacción

     Concluido el mentiroso documental, por primera vez desde que soy estudiante de Periodismo, me sentí impelido a levantar mi mano. Y todas las cositas anteriormente detalladas, una por una, fueron manifestadas con leve ánimo de protesta.
     De más está decir… que casi me matan. Agradezco, por supuesto, a todos los compañeros que, más allá de pensar como piensen, guardaron silencio a la espera de que redondeara mis afirmaciones. Para el resto, si ya tenía algo de fama de “facho”, ahora soy Hitler en persona. ¿Y por qué? Simplemente por pedir la palabra y decir que el documental que acabábamos de ver estaba lleno de omisiones, por supuesto que ofreciendo argumento estrictamente calibrado, documentado y conocido por cualquier persona en Argentina que husmee un poco de historia.
     No faltó el zanguango (de esos que sobran por los establecimientos académicos) que me reprochara que “no todos pensamos como vos”.
     En rigor, tiene razón. Por supuesto que no todos piensan como yo, y por supuesto que nunca van a pensar como yo mientras que conozcan sólo una parte de la historia rica en mentiras y omisiones; por supuesto que nunca van a pensar como yo, si yo no pertenezco a ningún gremio ni partido ni absolutamente nada ni nadie me ordena qué es lo que tengo que pensar; por supuesto que no van pensar igual a mí, mientras que yo jamás en la vida tendría la caradurez de hacerle perder el tiempo con un cuentito de hadas a un trabajador que luego de trabajar diez horas al día asiste a una clase de periodismo para realizar el sueño de convertirse en un profesional; por supuesto que no van a pensar ni remotamente parecido a mí, si mi pensamiento es libre, serio y comprometido con la más estricta contabilidad de hechos históricos fehacientes y documentados, mientras que el pensamiento de muchos – profesores y alumnos – se halla completamente condicionado por lecturas capciosas, resabios partidarios, resentimientos de todos los colores, espurios intereses académicos.
     En definitiva, por supuesto que no van a pensar como yo… Es decir, como una persona que trabaja y que siente que le han faltado soberanamente el respeto al ofrecerle un detalle mentiroso de nuestra historia reciente, nada menos que en una clase de Periodismo, donde a la inversa de generar profesionales independientes se promueve el partidismo, el resentimiento y la miopía absoluta de sus alumnos. Repito, para finalizar, lo mismo que dijera en aquel desastre que se armara en clase por denunciar sendas omisiones del documental: señores profesores, por favor, ya no insulten más el lugar que ocupan y tengan la viveza – aunque sea – de respetarse más a sí mismos.
     Tal vez, sólo con eso… ya sea posible sentarse a debatir de verdad [3] [4].


[2] Agustín Laje Arrigoni es un investigador y escritor cordobés autor de "Los Mitos Setentistas" (ver entrevista al respecto).
[3] Pido perdón al lector interesado por evitar dar nombres de profesores e institución académica a la que asisto como alumno, pero de ninguna manera es mi intención ensuciar el nombre de nadie ni mucho menos complicar su trabajo. Si alguna vez elevo queja al  Ministerio de Educación, entonces sí, deberé ser más explicativo al respecto.
[4] Deberé dejar constancia de que, como consecuencia de la repercusión que tuviera mi editorial de nombre "La educación 'camporizada'" donde, entre otras, se cuestionan los actuales métodos educativos en torno a la enseñanza del periodismo), mantuve una conversación privada con el profesor de la cátedra en que fuimos instados a ver un documental sobre la vida del ex Presidente Héctor Cámpora.

Es fuerza mayor decir que muy amable y caballerosamente el profesor se lamentó por el nivel de virulencia que cobrara el altercado que se refiere en "La educación 'camporizada'" (en la que él participara sólo como mediador), negó por completo todo rigor partidista en lo que respecta - al menos - a su cátedra y me garantizó absoluta libertad para que mis opiniones tengan el mismo peso y espacio que la de cualquier otro alumno. “Yo me quedé mal por la discusión de la otra vez, y seguramente vos también te quedaste mal”, sus textuales palabras. “Te aseguro que de ninguna manera mis clases tienen por finalidad hacer política”.

Debido a que el artículo en cuestión no revela nombres, cátedra ni institución, y que – por otro lado – es fiel reflejo, en definitiva, de lo que me acontece hace más de cuatro años (con otras materias, otros temas, otros docentes), estimo correcto no alterar sus apreciaciones aunque, como persona democrática que soy, debo suscribirle esta misma aclaración en virtud de la amigable charla que compartí con mi profesor, a quien agradezco inmensamente su consideración y caballerosidad.

Sólo con charlas así es posible augurar un proyecto profesional común.



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