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"Los mitos setentistas", no apto para tibios

DIFÍCILMENTE SE HAYA escrito algo mejor que “Los mitos setentistas” toda vez que el pasado reciente de nuestro país fuera planteado, debatido o rebatido en libro o discusión alguna. Tal vez aquello que más distinga la obra de Agustín Laje Arrigoni sea la denodada y explícita vocación de justicia y verdad que impregnan sus páginas. El trabajo es, pues, totalmente irreprochable.
     El autor – cordobés, de tan sólo veintidós años – se ha propuesto una “caza de brujas” sin precedentes: derribar las más enconadas mentiras al respecto del viciado discurso oficial sobre lo ocurrido en la traumática época de los 70. De esta suerte que recalcadas afirmaciones en boga pierden toda validez rayando inclusive el ridículo mismo. Aténgase el desprevenido siempre que vaya a repetir consignas goebbelianas de la talla de “en los 70 no existió una guerra” o “en el 76 las organizaciones terroristas ya estaban diezmadas” o, bien, “se trataba de pibes inocentes que luchaban por un ideal”.
     En rigor, la pluma inexorable de Laje fundamenta de manera exhaustiva no sólo el marco histórico y conceptual de sus afirmaciones (por supuesto que variadamente documentadas), sino que además conduce al lector a deducciones reveladoras a las que ya no podrá volver a soslayar. Para el escritor – quien estudió “Terrorismo y Contraterrorismo” en el Centro de Estudios Hemisféricos de Washington D.C. – no es tan importante demostrar la mentira del discurso oficial como dejar al desnudo el “por qué” de dicha mentira. Veinticinco son los mitos descomunales que el libro convierte en simples chicanas para inspiración de analfabetos.
     Tuve ya ocasión de subscribir al respecto:
     “Mientras que la mayoría de los escritores e historiadores actuales pierden su tiempo en alquimias humanísticas (verdaderos insultos para la inteligencia humana), y cometen – entre tantos ejemplos – la repetida torpeza de negar que en los 70 hubo una guerra, en tanto que los mismos "idealistas" de aquel entonces eligieron llamar a sus grupos armados nada más y nada menos que como "ejércitos", Agustín Laje Arrigoni simplemente se retrotrae a lo concreto y documentado de los hechos para, en fin, ofrecer un detalle exhaustivo y fehaciente de la parte más discutida de nuestra historia más próxima. Mientras que el egoísmo y los espurios intereses de siempre se esfuerzan porque la sociedad digiera el absurdo y la mentira como al agua misma, el trabajo de Agustín se consigna a modo de inteligente medicina para esta insulsa época de rara indigestión de ideologías (ver nota).
     De fácil lectura e inefable calidad retórica, la voz de Agustín simplemente se conjuga en auxilio de la infinita cantidad de evocaciones y citas textuales nada menos que de los mismos protagonistas de la traumática historia, más allá de sendas investigaciones que respaldan cada una de las afirmaciones y refutaciones vertidas. De esta suerte que “Los mitos setentistas” recurre insistentemente a nombres de la talla de Luis Labraña (ex montonero símbolo de la concordia nacional), Martín Caparrós (ídem), Luis Mattini (ex jerarca del ERP), y Jorge Masetti (ex guerrillero), entre tantos más, cuyos testimonios al mismo tiempo que producen pavor por otra parte conllevan a un sinceramiento difícilmente eludible a la hora de observar el pasado reciente de nuestro país.
     No es menos destacable la recurrente participación de voces eminentemente autorizadas en términos de trayectoria y credibilidad, tales son los casos del doctor Nicolás Márquez (autor, entre tantos, de “La Mentira Oficial” y “La Otra Parte de la Verdad”) como así también del doctor Javier Vigo Leguizamón (apoderado de la causa “Larrabure” y autor de “Ataque a la República” y “Amar al Enemigo"), por citar sólo un par. Por supuesto que “Los mitos setentistas” no iba a dejar de lado la ocasión, por otro lado, de consignar también las voces de los nefastos personajes que atentaron contra la república desde sus criminales organizaciones guerrilleras y que aún hoy tiñen de impunidad el panorama de nuestro país.
     Tal como señala su autor, el “setentismo” estaría compuesto por aquellos sectores “interesados en reescribir el pasado” en aras de perfilar la opinión pública: mientras que por un lado santifica a los terroristas (y los exculpa de sus crímenes), por el otro demoniza a las Fuerzas Armadas. Para Agustín es caprichoso y tendencioso el clamor izquierdista por la “memoria” (siendo ésta subjetiva, emocional y acomodaticia) toda vez que va en desmedro de hechos históricos comprobados y documentados, aunque perniciosamente soslayados en el relato oficial. Mientras que para un sector importante tanto de la izquierda como de la derecha el asunto de los mentados “derechos humanos” se resume en un lucrativo negocio, para el joven cordobés se adscribe como una causa cuyo único rédito consiste en respirar algo de justicia dentro de la vapuleada atmósfera actual.
     Es de reprochar, entonces, el notable silencio – en torno a la obra de Laje – tanto de periodistas como de diversas personalidades relacionadas al tema: como cuervos sin carroña vegetan un cielo inesperadamente soleado. Es que, “Los mitos setentistas”, mientras que por un lado merece toda la admiración del buen público, por el otro alimenta celos y preocupaciones. Leí el libro y lo releí, y por tanto puedo asegurar que no hay una sola palabra que ilustre la obra como procaz o malintencionada, todo lo contrario; es, pues, un capricho explicativo el significativo resguardo de muchos a la hora de, por ejemplo, verter aunque sea un comentario en Facebook.
     Esfuerzo de gran honestidad exige a muchos el libro, en tanto que – sincerándonos – es una verdadera vergüenza para el encumbrado periodismo argentino que un joven (con mucho aún de adolescente) consiga realizar un trabajo cuya calidad y validez sean entrañablemente envidiables. De todo el amplio abanico de mariquitas mediáticas – que a diario lloriquean por los derechos humanos de los que no tienen ni idea – ninguno jamás redondeó algún esfuerzo investigativo ni remotamente equiparable al de Laje. Para muchos periodistas actuales, es más fácil decir que una persona es buena porque la otra es mala que realizar una contabilidad justa de causas y responsabilidades al respecto de la historia reciente argentina.
     Por ello que “Los mitos setentistas” se dirige exclusivamente al argentino bien nacido, tanto de izquierda como de derecha, cuyo afán de conocimiento sea sensible a la autocrítica y propicie el sentido de superación. De nada servirá acceder a un debate en torno a los setenta sin nociones pragmáticas y sin fuentes autorizadas. Agustín Laje Arrigoni sienta un precedente en este sentido. La verdad, pues, está a disposición del interesado; de esto mismo se deduce la performance de una persona. El opa seguirá por un tiempo más agitando banderas hasta que se le canse el brazo; la debilidad de su corazón no soportará el frío ventarrón de la justicia.

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