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Discriminación en la UNICEN: la respuesta de Agustín Laje Arrigoni

Ya estaba prácticamente todo arreglado para que Agustín Laje Arrigoni hiciera la presentación de su libro, “Los mitos setentistas”, en la ciudad bonaerense de Tandil, cuando Nicolás Turdo, alumno de la Universidad Nacional del Centro (UNICEN) y eventual patrocinador del autor cordobés, cometió la “falta imperdonable” de comentar sobre qué se trataba la obra en cuestión. Ahí nomás se vino la noche.

Nicolás, estudiante de Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias Humanas – dependiente de la UNICEN – no había tenido ningún inconveniente al solicitar se le conceda “por dos horas” el Aula Magna; incluso ya casi estaban por asignarle una fecha al evento… cuando se oyó la voz de una secretaria: “¿De qué trata el libro?”. Nicolás Turdo argumentó, entonces, en torno al libro de Laje, sin imaginar el síncope que estaba por ocasionar.

Luego de varias idas y venidas, María Nazábal – representante de la Multisectorial por la Memoria, Verdad y Justicia – se sinceró con Nicolás: definitivamente no iba a contar con el Aula Magna para que Agustín Laje presentara su libro, ya que el mismo no se adecua “con la ideología que mantiene la universidad”, además que el autor tiene “una visión burda de la realidad”. Nazábal insistió: “el libro es un insulto para los 30 mil desaparecidos, y viola los derechos humanos de la Argentina y todos los tratados internacionales que firmó”.

tandildiario.com, inmediatamente recogió la reacción de Nicolás en su blog , y gracias a ello que hoy estemos anoticiados de un hecho susceptible de ser interpretado como de discriminación e intolerancia, en plena democracia y nada más y nada menos que en un establecimiento universitario como lo es el UNICEN. Consultado por este medio, Nicolás Turdo resumió sus sensaciones: “me siento defraudado por la universidad; lo único que quería era el lugar para hacer la presentación. Como alumno y contribuyente que paga los impuestos, quería que me presten la sala un par de horas.  Si bien la universidad puede tener sus ideas y yo las respeto, ellos no respetaron las mías. Es más, lo que hizo la universidad es censura previa, porque ni siquiera han leído el libro”.

DAVIDREY.com.ar no tardó, por otro lado, en contactarse con el mismísimo autor mediterráneo, Agustín Laje Arrigoni.

D.R.: Qué sentimientos te ocasiona la negativa de la UNICEN al respecto de que presentes tu libro ahí.

A.L.A.: Me genera mucha preocupación porque lo ocurrido en la UNICEN no es más que un reflejo de la generalización de la intolerancia política en nuestro país. Es una pequeña muestra de lo que está ocurriendo en una sociedad cada día más dividida y conflictiva en torno a lo político.

Es claro que hay un discurso que pretende ser hegemónico, único, incuestionable. Adquiere, incluso, carácter dogmático. Y eso es muy peligroso, porque anula el diálogo, el debate, la pluralidad de perspectivas y enfoques sobre lo que aconteció y acontece.

Mientras a mí se me prohíbe la presentación de un libro rigurosamente documentado que rescata cientos de fuentes para probar mis hipótesis, a los muchachos de La Cámpora se los anima a adoctrinar en colegios a niños con panfletos y juegos del “eternestor”. Creo que esto habla por sí mismo.

D.R.: Qué es lo que tenés para decirle a la gente te ha caratulado de tener una idea "burda" de los años setenta.

A.L.A.: En 250 páginas mi libro recoge más de 700 citas de documentos históricos que procuran dar rigurosidad a mi trabajo. Yo no viví los años `70 y por ello intenté que mi reconstrucción y comprensión fueran ajustadas a lo que en ese entonces se decía, escribía, percibía y entendía.

Calificar mi posición de “burda”, sin explicitar las razones y fundamentos de tal valoración, es una muestra de infinita intolerancia que lo único que persigue es desacreditar de antemano al interlocutor. Es una manera efectiva de anular el diálogo y el intercambio de opiniones (tan necesarios en democracia) desde el inicio mismo.

DAVIDREY.com.ar también se encuentra en tratativas de obtener un diálogo con las autoridades del UNICEN, a la espera por supuesto de que puedan explicar la negativa a conceder el Aula Magna para la presentación del libro.

INTOLERANCIA ACADÉMICA: MONEDA CORRIENTE

Difícilmente, empero, haya un argumento que pueda excusar del todo a las autoridades de la UNICEN. Vale aclarar que desde este medio no subscribimos a ninguna de las ponderaciones de María Nazábal sobre Agustín Laje y su obra “Los mitos setentistas”, y no por cuestiones ideológicas o de simpatía alguna, sino por la sencilla razón de que todas las palabras de la representante de la Multisectorial por la Memoria, la Verdad y la Justicia (¡qué tranquilidad!) remiten a una visión rencorosa, partidista y distorsionada tanto de nuestra actualidad como de nuestra historia reciente. Por caso, el Facebook de Nazábal ostenta una inmensa fotografía donde se ven incontables banderas de La Cámpora; va de suyo que sus opiniones – al respecto – están viciadas de politiquería barata.

Pero más allá de que las autoridades puedan o no explicarse en torno a lo sucedido, el hecho en sí “viene bien” porque ilustra inmejorablemente lo que ocurre a diario en el ámbito académico en general, ya no tanto por la ideologización sistemática en la que autoridades y docentes incurren como rancios sacerdotes, sino por las diversas eventualidades de intolerancia y consiguiente discriminación que quedan de este modo propiciadas. La discriminación, por caso, no es solamente el hecho de plasmar una acción determinada hacia una persona por pensar distinto o lo que fuere (como en el caso de Nicolás Turdo y Agustín Laje); también podemos advertirla transigiendo de forma “pasiva” a través de ese reconocible tufillo de desprecio y constante descrédito hacia quien sienta la diferencia. No hace falta ser antisemita o fundamentalista para ser intolerante y discriminador; ya lo somos desde el preciso momento en que nos negamos a entender y establecer diálogo amigable con el semejante; ya lo somos cuando hallamos en la misma diferencia nuestra incapacidad para competir como seres civilizados.

Por su parte, la ideología – es decir, el hilo conductor de cuanta miseria humana exista – llega para narcotizar la moral de sus adeptos como asimismo para neutralizar la voluntad de personas que podrían reaccionar ante una injusticia que ocurre frente de sus narices. Decir que la obra de Agustín Laje es “burda”, como lo señalara María Nazábal, es reflejo del grado importante de negación e ignorancia al respecto; primeramente, porque no leyó el libro que cuestiona; en segundo lugar, porque aunque lo leyera – he aquí el efecto narcótico – tampoco tendría la honestidad de contemplar ciertas concesiones en materia de época del setenta (de eso tratan “Los mitos setentistas”). Es que a Nazábal, como a muchos, poco le importa que datos estadísticos como investigaciones fehacientes anulen o relativicen las consignas que levantan el altar de su ideología, más bien se siente en el “sagrado deber” de atacar a quien sostenga el más mínimo cuestionamiento, de ahí que lo haya anatemizado a Laje de “insultar la memoria de los 30 mil desaparecidos” y de “violar los derechos humanos nacionales e internacionales” (una hilarante barbaridad).

Tal es el grado de narcotismo que sencillamente los atonta, que incluso son incapaces de ver que llevan las de perder catastróficamente en caso de que Laje o Turdo iniciaren acciones penales al respecto. Pero tanto Agustín como Nicolás acaso han de permanecer incólumes ante esta triste eventualidad; son jóvenes, sanos y ponderablemente educados, por lo que este revés no hace más que aleccionarlos y fortalecerlos.

Debieran las autoridades del UNICEN tener la poca de cordura de manifestar unas sentidas disculpas a las familias de cada uno de los alumnos que han lastimado; gracias a que esas familias aún confían en nuestra educación están ahí, dando clases en calidad de trabajadores. Así como (enajenada hasta lo penoso) Nazábal acusara a Laje de insultar “la memoria…”, el UNICEN acaba de insultar – de verdad, empero – y de estafar a miles de familias argentinas que envían a sus hijos a las universidades para que allí reciban formación académica y no cotorrerío político. Tengan el gesto al menos con las familias de los damnificados en esta ocasión.

¿De qué trata el libro "Los mitos setentistas"? (Clic Aquí)

La mentira de los 30 mil desaparecidos (artículo relacionado)

1 comentario:

Anónimo dijo...

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