La presidente Fernández sabe bien de qué habla cuando habla de “noticias cazabobos”. En efecto, así resumió todo el revuelo que se originó a raíz de que el ministro de Justicia, Julio Alak, haya festejado Año Nuevo “con un asado” en el edificio en que funcionara la mentada Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Mientras que airadas voces se erigieron desde distintos sectores exigiendo explicaciones e incluso la renuncia del ministro en cuestión, muy suelta de cuerpo la Jefa de Estado salió a “bancarlo” desde su cuenta en Twitter.
“Es la vida que por fin alcanza un lugar donde reinaron la muerte, el dolor, la tragedia y también las miserias humanas”, subscribió (ciertamente redundante) en la red social – la segunda más usada en el mundo después de Facebook –, para rematar seguidamente: “En la ex ESMA se han hecho y se seguirán haciendo asados…”. Un millón y medio de seguidores tiene la presidente en su cuenta en Twitter, mientras que esta última publicación consta de casi 800 retweets (personas que han compartido en sus mismas cuentas el mencionado comentario).
Nadie peca de histeria o exageración al momento de indignarse porque en el simbólico edificio se haya realizado semejante evento (equivalente a bailar murga en medio de un velatorio), pero sí predomina mucha ingenuidad en buena parte de quienes aún creen que la ex ESMA representa lo que el kirchnerismo quiere que represente más allá de lo que por sí misma significa. Para sorpresa de muchos el detalle es más escabroso aún que la misma versión oficialista.
Mientras que la lente sádica y perniciosa del kirchnerismo concibe a la ESMA como a un símbolo de la represión ilegal ocurrida durante la última Dictadura Militar argentina (incurriendo así en una capciosa generalización que omite más detalles de los que cuenta), lo cierto es que a cargo de la institución estuvo nada menos que el entonces Almirante Eduardo Massera (en representación de la Armada argentina durante el período en cuestión), figura sobre quien debiera recaer principalmente la responsabilidad de los crímenes denunciados.
En su libro “Montoneros, soldados de Massera”, el doctor Carlos A. Manfroni redunda con lujo de detalles al respecto del tan enfermizo como despiadado accionar del jefe de la Armada, con la sobresaliente curiosidad – tal cual lo enuncia el título – de que desde un principio estuvo sistemáticamente asociado con la cúpula de la facción terrorista que pugnaba por la toma del poder desde antes del Golpe Militar. En una entrevista que me concediera Manfroni, me aseguró que Massera “aspiraba a ser el próximo Perón”, y que por ello jugaba a dos puntas. “Massera quería tomar el poder y asesinar a todo el equipo económico del General Videla”, cosa que era del singular interés de Montoneros.
“Los mismos montoneros que en los setenta oficiaron conjuntamente con la ESMA, luego declararon contra ella… Otros, son recordados como víctimas, figuran en el Muro de la Memoria y sus familias han recibido indemnizaciones”. De esta suerte que la generalización que impone el kirchnerismo lejos de apercibir los crímenes allí ocurridos en favor de la "sagrada" causa de los Derechos Humanos, más bien amplía el manto de impunidad en torno a la ESMA. No es noticia la declamada simpatía del gobierno para con facciones filo-montoneras, como asimismo que infinidad de sus actuales integrantes formaron filas en un pasado dentro de organizaciones terroristas que secuestraron, torturaron y asesinaron personas en igual magnitud a los crímenes que hoy denuncian.
En rigor, la presidente Fernández, como ex activista montonera de poca monta, sabe bien de qué habla cuando dice “noticias cazabobos”, y precisamente porque ella es una “maestra” en el arte de mentir hasta que parezca verdad con noticias por el estilo. Mientras que muchos cuestionadores del gobierno se aprestan, sin embargo, a reconocer “lo hecho por este gobierno en materia de Derechos Humanos”, en realidad no hacen más que tragarse una larga tracalada de “noticias cazabobos” sistemáticamente diseñadas por el kirchnerismo con el fin de santificar e indultar una parte (los terroristas) y demonizar y condenar a la otra (los militares).
Válido es, de todas maneras, que la ciudadanía se indigne de que en un lugar que merece ser recordado y frecuentado con el máximo respeto (allí se asesinó gente, nada menos), el ministro de Justicia haya “festejado con un asado” la llegada del nuevo año. Más indignante es aún que la presidente, enajenada ya en su borrachera autoritaria, lejos de sancionar a Alak reivindique la barrabasada del mismo y que incluso amenace con que en el lugar donde cientos de almas se apagaron seguirán festejándose boludeces.
Sin embargo, no seamos injustos en un aspecto: una persona, como la presidente y todo su séquito de imbéciles aplaudidores, que avala y reivindica el terrorismo de las organizaciones guerrilleras de los años 70, no está en condiciones morales de entender – bajo ningún punto de vista – la indignación que es capaz de provocar el hecho de que se haga una fiesta donde muchos de ellos mismos participaron directa o indirectamente en calidad de verdugos. De ahí la "inexplicable" reacción favorable de Cristina para el ministro Alak. Para ellos, el horror y la alegría son un mismo bálsamo. Para ellos, el cinismo es norte, meca, fuente de inspiración.
Fuente: Entrevista a Manfroni, autor de "Montoneros, soldados de Massera".